viernes, 26 de abril de 2024

QUE NADIE DUERMA

Dir.: Antonio Méndez Esparza
2023
122 min.

Me gusta lo obsesiva que es. Esa pesadez de la música de cuerda. Me gusta que enfatice mucho más cualquier anécdota que a la protagonista le resulta significativa que los elementos importantes de la trama. La trama principal me interesa relativamente poco y de hecho si tuviera más peso habría que sonrojarse ante la desvergüenza de la directora teatral que contrahace la vida de Lucía de una forma tan burda.

Lo que es una gozada absoluta son los diálogos. Son de una naturalidad arrolladora. Una charla tan vacía… Los personajes parecen tan perdidos en esos diálogos. Una sensación de no saber a dónde va ninguna de sus frases. Se interrumpen entre ellos. Consiguen situaciones de vergüenza ajena sin forzar nada, sin necesitar que los personajes sean risibles. Es una maravilla. Tan bien lo hace Malena Alterio que cuando conversa por primera vez con Rodrigo Poisón hay un abismo entre ambas interpretaciones. Si se nos dijera que sólo uno de los dos está actuando, sería evidente que ése es Rodrigo. Y me refiero aquí únicamente a su interpretación, porque toda la puesta en escena de este momento es maravillosa. Una forma de componer a ese personaje que la trata con gran insignificancia y ella disfrutando tanto de la vista que tiene delante a la vez que se muestra tremendamente torpe… Una delicia.

Como digo es muy llamativa esta primera escena de Rodrigo porque hasta entonces hemos tenido diálogos como el del primer taxi. Aquí la naturalidad de ambas es arrolladora. Es impresionante la verdad que desprende una actriz a la que solo vemos reflejada en el retrovisor de su taxi. Las conversaciones del taxi me gustan mucho. Me encanta su limitada conversación como podemos constatar cuando habla con una persona a la que le acaban de diagnosticar cáncer. La pobre utiliza los mayores desatinos imaginables: Los médicos se equivocan, esas cosas pasan.

Me enternece mucho su relación con su padre. Cómo se envuelve en ira cuando él se atreve a profanar los recuerdos idealizados que ella tiene de su madre. La forma de hablar de este hombre me recuerda a la de Tony Leblanc en “Torrente, el brazo tonto de la ley”. Los gritos a su padre son una exhibición interpretativa. Por desgracia esta conversación dará lugar a uno de los elementos que menos me gustan de la película. Su padre dice que su madre se suicidó porque no sabía vivir. Bueno, puede tener un pase como una frase cualquiera dentro de una conversación. Lo que me parece de una pretenciosidad terrible es cuando ella se pregunta a sí misma si sabe vivir. Es el tópico de tratar un tema trascendente con un lenguaje casi infantil… Me repele.

La relación con su padre termina con una muerte agónica pero brevísima. Esta decisión me gusta mucho. Me gusta que la trama se resuelva todo el rato a modo de postales. Incluso los asesinatos finales, que nos vamos viendo venir desde que se coloca los palillos del moño y que recuerdan a “Una joven prometedora (2020)”, no están rodados con una gran escena alrededor. La primera muerte sí tiene un contexto, pero al fin y al cabo es la culminación de la enfermiza obsesión que arranca la película; la segunda muerte sin embargo parece que está en la película como mero trámite burocrático.

Malena Alterio tiene momentos de absoluta simpleza. Esto hace que la diferencia de clase entre la productora teatral y ella sea mayor. Tenemos la absoluta paletada de tatuarse por un tipo al que vio un par de ocasiones. El hecho de que no sepa reconocer el aria más famosa del mundo y que base en ella toda su identidad. Me gusta mucho el último plano en el que ella canta con la boca muy abierta y totalmente silenciada por la música extradiegética.


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