viernes, 24 de mayo de 2024

LA ZONA DE INTERÉS

Dir.: Jonathan Glazer
2023
106 min.

Se ironiza con el reproche típico a “Lo que el viento se llevó”. El foco de la película se mantiene en los cotidianos dramas de la clase dominante mientras los perores crímenes contra la dignidad humana se perpetran al otro lado de un muro. La parte superior del cuadro está reservada para estas inevitables evidencias de la industria de la muerte. Vemos el humo de las chimeneas, los tejados de los bloques, las reconocibles torres de vigilancia, el humo del tren que llega al campo… Oímos, además, constantemente gritos y disparos en la lejanía.

Desplazando el interés de la narración a los nazis y obviando lo que ocurre dentro del campo se consigue pervertir su moralidad. Como el trabajo de Rudolf nunca se ve explícitamente, para la historia no realiza nada inmoral. Simplemente es un hombre que realiza su trabajo y es exitoso. Mientras, la mujer es caprichosa y prefiere quedarse la casa en el campo que Alemania les ha proporcionado antes que acompañar a su marido en su traslado de empleo. Esto obviando el holocausto, en el momento que cambiamos la perspectiva y pensamos en la masacre que permite a esa familia disfrutar de esa casa, la situación se vuelve perversa. Cuando la esposa enseña todo el reciento donde ellos viven dice la terrible frase: Auschwitz es el paraíso.

Peor todavía será cuando ella, amargada en casa se dedique a maltratar su criada judía. Cuando trabaje de manera insatisfactoria su ama la amenazará recordándole que su esposo puede decidir acabar con su vida y con la de toda su familia. Otro momento gravísimo es cuando llega la visita a esa casa y habla del campo de concentración con curiosidad. Menciona que una antigua amiga suya probablemente estará ahí dentro. ¿Quién sabe lo que estaría tramando? A pesar de que haya compartido tanto tiempo con ella, la propaganda antisemita la ha convencido de que seguramente tuviera algún contubernio que la hiciera merecedora de exterminio.

Toma la actitud de directores como Haneke de evitar que se condene explícitamente la atrocidad. En lugar se prefiere maltratar a los verdugos. Se les enfrenta por ejemplo a un infierno de fuego rojo cada noche cuando las chimeneas de los crematorios iluminan las ventanas. El otro momento en el que el holocausto se vuelve contra ellos es cuando está el padre con sus hijos en un río y el agua comienza a bajar turbia, llena de cenizas y de huesos humanos. Para cuando llegan a casa después de haber atravesado la lluvia sucia deben limpiarse ojos y nariz para terminar de expulsar la ceniza.

La película confía mucho en un espectador que quizás no necesita tener conocimientos de Historia, pero sí tiene que tener asimilada la imaginería de las películas del holocausto. Por ejemplo confía en que reconozcamos rápidamente las torres del campo, las casetas, los trenes… No sólo eso. Hay una escena en la que dos de los niños alemanes juegan con nieve del suelo. Es imposible no acordarse del perverso juego de “La lista de Schindler” en el que la nieva se revela como ceniza.

Un elemento importante para conseguir que el espectador no sienta rechazo por el padre de familia es no permitir darle más solemnidad de la que las insignias le puedan dar: cuando está con sus hijos en el río él aparece algo chepudo y en general con un porte nada admirable. Nos muestra el típico gusto nazi por la naturaleza. Tiene como momento cumbre el afecto que le manifiesta a su caballo: nunca le hemos visto expresar cariño a una persona.

La película tiene unas secuencias extrañas. Antes de que arrancara la película, tras el título, hemos tenido la pantalla en negro unos pocos minutos. La música es ominosa, etérea. Esta misma música la oiremos en estas secuencias también. La fotografía se vuelve un blanco y negro casi como si fuera el negativo. Al ser tan artificial se puede permitir resaltar las figuras humanas. De alguna manera nos demuestra que, aunque la trama se desarrolle en la casa de la clase dominante, hay individuos de la clase dominada que también tienen historias que contar y muchas veces más interesantes o trepidantes que los protagonistas del relato.


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