- Dir.: Richard Wenk
- 1986
- 93 min.
Hay muchos momentos en los que percibo los estereotipos de la puesta en escena de un cine estadounidense. Los montajes para que alguien se salve en el último minuto, la clara diferenciación de escenas para que sean más maleables en montaje, los cambios de escenario que justifican que la trama cierre con los acontecimientos del anterior…
La estética de la película me gusta. Miento, no es la estética lo que me gusta; es la manera en la que se toma esta determinación y se mantiene de forma consistente en todo momento. Sí me gusta el diseño de los vampiros blancos sobre todo al contraponerlo con la oscuridad de Grace Jones.
El número que ella protagoniza en el escenario es increíble. De hecho la cámara no duda en prestar toda su atención, el ritmo de la película se detiene para mostrar este baile. Es muy llamativo cómo un sujetador tan mínimo es capaz de hacer su función cobertora. El erotismo de esta mujer es alucinante. Creo que en general los cuerpos de las mujeres de ese club obedecen a una estética algo anticuada. Lejos de la exuberancia actualmente imperante, vemos sobre todo torsos más bien esqueléticos. Cuando aparece una mujer con notablemente más carne resulta que es una mujer cuyo reclamo es su musculatura.
Me gusta mucho la secuencia de acontecimientos. No me gusta tanto el estereotipo al que obedece el chico que les proporciona el coche. Me resulta bastante cargante por lo artificial de este personaje a pesar de que me resulte cómico en alguna ocasión. No soy original si comparo esta película con “¡Jo, qué noche!”.
Lo que no soporto de ninguna manera es el preámbulo. Todo ese trozo de amigos planeando cómo entrar en la fraternidad, la primera conversación con el apéndice incómodo que les sale… Para rematar el cuadro, la introducción esta insoportable termina con una referencia a “El mago de Oz”.
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