viernes, 17 de enero de 2025

INLAND EMPIRE

Dir.: David Lynch
2006
176 min.

Cuando arranca reconocemos los elementos de duplicidad de personajes y de evasión de la memoria ante los remordimientos que se proponían en “Carretera perdida (1997)” y en “Mulholland Drive (2001)”. Nos agarramos a los cambios de nombre. Después de haber visto las mencionadas películas y haber asimilado sus dinámicas nos sentimos preparados para seguir la historia buscando los paralelismos correspondientes. Esta empresa es un fracaso absoluto. Las versiones del personaje aumenta. Hay un diálogo entre realidad y ficción. Nuestra protagonista (sin tener muy claro en qué nivel de realidad) se abraza con su espectadora. Asistimos a una especie de harem en el que todas las mujeres maltratadas por su marido se reconocen. Este grupo de mujeres después aparecerá como un grupo de prostitutas… No podemos decir con seguridad qué plano es el real (si tal cosa existe), pero tratándose de Lynch yo me atrevería a apostar por el más decadente de todos ellos.

He terminado la película agotado. El primer diálogo con una mujer, interpretada por Grace Zabriskie, que le presagia lo que acontecerá, ya es desafiante para el espectador. Según Laura Dern aumenta su intranquilidad por lo que ella le relata la cámara va cerrando el plano de la siniestra mujer. Los contraplanos de Laura Dern se mantienen a una distancia normal. Nosotros nos acercamos más y más a la anciana mientras ella tensa todos los músculos de su cara. Un recurso de, por ejemplo, “Corazón salvaje (1990)” recrudecido.

Pero aquí aún nosotros podemos ver la escena con relativa calma. Aún no hemos entrado en la negrura que tendremos más adelante. Desde que empezamos a tratar con asesinatos y delirios la película no baja de intensidad nunca. No diré que el tiempo vuele, pero muy pocas veces tenemos ocasión de pensar en qué punto de la película estaremos. Andamos muy perdidos con el avance de la película. Muchas veces el personaje al cual estamos siguiendo cruza una puerta, sube unas escaleras. Entra en una estancia que ya habíamos visto habitada por otros personajes… Cada vez que se dirige a un nuevo pozo de oscuridad es un misterio. Ese momento en el que un plató se convierte en una casa real y desde la ventana que antes nos mostraba un oscuro estudio de cine, vemos ahora un brillante jardín conociendo las afinidades de Lynch, nos hace pensar en “El mago de Oz (1939)”.

Como es marca de la casa, gusta mucho de los interiores. De hecho aunque la película no se vuelva más luminosa yo siento mucha más calma cuando el escenario es un exterior. Si estamos en un salón, normalmente pintado con colores del todo desasosegantes, tendremos una puerta, un pasillo, una ventana… Un portal por el que cualquier terror puede aparecer en cualquier momento. Por las anteriores películas, tenía mis sospechas de que no suele ser así como Lynch nos asusta, pero Lynch ha conseguido romper tantas veces mis expectativas que ni siquiera podía dar esto por sentado.

Uno de los brincos que he pegado durante el visionado es ante una estancia en la que una mujer que acaba de ser amenazada por un hombre se queda de pie mirando el pasillo por el que él acaba de marcharse. Ella sola en ese inhóspito cuarto mirando el camino que ha seguido este hombre. Nuestra atención está puesta en ese pasillo. Dos mujeres cerquísima de la cámara miran el objetivo. Sus cabezas llenan casi por completo el plano. El recurso es muy curioso. No es lo repentino de su aparición lo que me hace saltar. Es algo parecido a lo que ocurría con Bob en “Twin Peaks: Fuego camina conmigo”. Ellas aparecen despacio. Es la certeza de que se nos mira a nosotros, en un momento de debilidad lo que resulta tan efectivo.

El discurso acerca del mal como ente abstracto que aparece en el primer diálogo nos evoca la manera en la que se habla de los villanos en las películas de Lynch. Cuando Laura Dern se ve a sí misma llegando al cine yo me acuerdo del plano de David Bowie en “Fuego camina conmigo”. Por algún motivo ella se confiesa de los actos de violencia que ha cometido en su vida contra sus maltratadores. Esta confesión la realiza ante un hombre gordo, con cara de pánfilo, mal afeitado,con gafas torcidas y con gesto aburrido. Me ha evocado al Señor croqueta al que habla Sherilyn Fenn en la tercera temporada de “Twin Peaks”.

En cuanto al digital, está presente siempre. Pero el impacto fuerte se da cuando lo vemos a la luz del día. De hecho la película arranca de día y lo que vemos casi parece un vídeo casero. Entiendo que el uso de estas cámaras le permite esos planos crudísimos en los que el rostro atemorizado del actor apenas puede respirar. No cabe nada más en el cuadro.

El tratamiento que recibe “Rabbits (2002)” es muy curioso. Da un poco sensación de inserto. Hay material que es calcado de aquella serie. En cierto sentido esto era de agradecer porque momentos terroríficos de esta serie están claramente identificados. Por supuesto se trae a colación la imagen de la madre conejo sujetando dos velas en referencia al grabado de Gustave Doré “La dance du Sabbat”. Pero por ejemplo vemos que los personajes de “Inland Empire” dialogan con los conejos a través del teléfono. En los preliminares de la película un conejo sale de su plató de televisión a un rococó palacio. Por algún motivo lo más desconcertante respecto a esta estancia es el ángulo de la cámara desde el que vemos a la familia no desde la posición habitual sino en un plano picado.

La película termina con una especie de reencuentro de una familia, como una vuelta a casa. Lo curioso es que a esta familia es la primera vez que la vemos. El hijo tiene una sonrisa muy incómoda de ver. Hay algo poco infantil en este niño. Aquí puedo entender una cierta ironía en Lynch. Esa música preciosista después de las terribles aberraciones contra las que Laura Dern ha abierto fuego. Este reencuentro no es bello del mismo modo que es mentira el pájaro final de “Terciopelo azul (1986)”. Sin embargo la mirada de este niño me ha recordado a la mirada del hijo de Laura Dern y Nicholas Cage en el final (hasta ahora entendía que no irónico) de “Corazón salvaje”.


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