- Dir.: Neus Ballús
- 2021
- 85 min.
El título de la película y la estructura episódica que plantea limitan fuertemente la duración de la narración. No se nos va a contar nada que vaya más allá de una semana. Por eso resto importancia a todo lo que aparezca en la película y que prometa ser duradero. La relación entre Valero y Mohamed sólo puede tener un resultado que yo considere definitivo: con uno de los dos fuera de la empresa. Cualquier otra información será totalmente anecdótica.
Por ejemplo cuando Valero decide ponerse a dieta. Si va a ser suficientemente tenaz, si va a ser efectiva… Es imposible que esto me importe. Por lo tanto entiendo que este elemento está ahí para sumar al patetismo que caracteriza a este hombre. Débil de espíritu y acomplejado ante cualquier superioridad. No me resulta muy cómico. Es ver a un ser infantil, cerril.
Creo que la naturalidad que busca la película no siempre se consigue. En alguna ocasión, como la conversación entre ambos compañeros en la terraza, más que realismo, pareciera que ambos actores están ahí, soltados, perdidos. Podría tener un pase si el tono de la película fuera otro. En el caso del cine de Albert Serra los actores no están más perdidos que nosotros. Aquí les vemos envueltos en una historia narrativa, que de repente les abandona.
La actuación que me parece más interesante es la de Pep. No hay que despreciar el factor de que él no habla en mi lengua natal. Esto me impide hacer un juicio tan duro como el de los otros dos personajes. Me gusta mucho la escena en la que entra en cólera porque unos azulejos están mal colocados.
Hay algún momento de la película de cierta vergüenza. Me refiero a aquel trabajo que tienen que hacer en casa de un psicoanalista argentino. La casa tiene automatizadas las persianas, el riego, la aspiradora… Nos muestran aquello como si fuera un futurismo al nivel de “Mi tío (1958)”. Pero son cosas que ya hemos visto todos en 2021, más aún si los protagonistas se dedican a este oficio. Si no fuera por esta visión arcaica de la película, me podría haber hecho gracia el final de esta escena en la que la aspiradora robotizada se escapa de la casa.
Aunque no tiene mayor repercusión, me da mucha rabia que el protagonista en la situación más precaria se vea envuelto en acontecimientos que manchan su imagen. Primero un anciano le cuenta cómo mantenerse joven y después una fotógrafa le saca unas fotos a torso desnudo. Son excusas perfectas para que su compañero prejuicioso aumente sus recelos y son acontecimientos que, inexplicablemente no le provocan un despido.
Formalmente hace los típicos juegos de enmarcar a los personajes en la arquitectura de los interiores. Lo he visto mucho, no lo explota de manera original. No me interesa.
Es elogiable y valiente que se incluyan diálogos en árabe.
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