viernes, 24 de junio de 2022

LANGOSTA

Dir.: Yorgos Lanthimos
2015
118 min.

El cine de autor europeo ha encontrado su saco de boxeo: la institución familiar. Y ha encontrado un público lo suficientemente sensible como para que sus insulsos ataques generen consternación: el estadounidense. Desde Europa es ridículo el plano con los dos conejos ensangrentados que sirven de sustento en mitad de un bosque.

El mundo está dividido en dos clases: los emparejados y los solteros furtivos. Toda persona que viva en la ciudad y no esté emparejada debe ir a un hotel donde tiene 45 días para encontrar pareja. Si en este tiempo no se ha conseguido, se le convierte en un animal que elija. Este tiempo se puede ampliar cazando a los solteros furtivos del bosque. Es decir, un soltero puede o vivir fuera de la sociedad como un animal o serlo de forma efectiva.

En esta sociedad se convence a la gente de que debe estar emparejada, que estar soltero es peligroso ya que expone a ellos a una muerte por atragantamiento y a ellas a una violación. Esto se explicita en un montaje lamentable que no nos sorprende viniendo de Yorgos. Se hace una suerte de representación para los hospedados en el hotel. Con mostrar la versión sin pareja, está todo el mensaje transmitido. Pero alguien consideró que había que subrayar todo más. Se intercala un plano de otra escena y se vuelve a lo anterior.

En cualquier caso: la película propone emparejamientos por motivos pragmáticos. No es solo un discurso de la élite, la película lo suscribe ya que el protagonista sufre fuertes dolores de espalda por no alcanzar a esparcir la pomada él mismo. Sin embargo las parejas asumen que sus taras son su identidad y las asumen como responsables de su soltería. Por tanto buscan una pareja con la misma tara. Así un chico finge tener hemorragias nasales para salir con una chica con el mismo problema. ¿Qué sentido tiene esto en un mundo donde está asumida la conveniencia de estar casados? Yorgos no puede dejar pasar una situación de este estilo para hacer que él se produzca los sangrados con fuertes golpes contra alguna superficie. ¿Hay formas más inteligentes de conseguirlos? Por supuesto, pero quizás no encontró ninguna que fuera tan impactante (y tediosa).

Nuestro protagonista debe fingir ser un psicópata para seducir a una mujer con fama de no tener sentimientos. Una vez que se asume que dos personas sólo pueden estar juntos si tienen la misma tara, esto puede tener sentido. ¡Pero es mucho asumir! Lo único que me interesa de toda esta parte de la historia es cómo lo escruta ella para ver si, en efecto, no tiene alma alguna.

Los solteros tienen normas muy claras. Son considerados la resistencia y no quieres que ninguno de sus miembros se pase al bando opuesto. Los bailes se realizan de forma individual, cada uno con su discman. Como muchas otras cosas en la película este momento podría ser cómico pero hay tanta pesadez en todo lo que se nos muestra que no conseguimos el efecto. Para reafirmarse en el componente de individualidad que la sociedad les recrimina, cada uno debe cavarse su propia tumba y arrastrase hasta ella. Uno podría pensar que esto es una crítica al liberalismo. Pero esto no tiene ningún sentido precisamente porque los sectores liberales de la sociedad son los principales reivindicadores de la familia como institución.

La película tiene una narración muy innecesaria que subraya cosas que ya sabemos. De hecho parece que sólo existe para que la lideresa de los solteros se entere de que hay dos prófugos. Este estilo de narración recuerda al de “Dogville”.

Yorgos parece que tiene una línea actoral clara. Una odiosa. Frases artificiosas. Inexpresivos pese a las tragedias que les rodean. Si la película tuviera otras pretensiones, podría haber comedia aquí. Pero tanta cámara lenta, tanto montaje extenuante, cuerda frotada e incomodidad en general generan un pastiche ridículo del que reírse más que con el que reírse. Existe una mujer obsesionada con las galletitas caseras que tiene una actitud idéntica al niño de “El sacrificio de un ciervo sagrado”.


viernes, 17 de junio de 2022

BIENVENIDOS A BELLEVILLE

Dir.: Sylvain Chomet
2003
78 min.

Estoy un poco decepcionado porque no aparece la bicicleta del cartel. Pero tiene suficiente propuesta estética para aguantar toda la duración de la película, que tampoco es mucha.

Todos los diseños son llamativos. Es espectacular cómo se capta la esencia de los ciclistas del Tour de Francia Ese cuerpo agónico, cuellos destrozados y piernas hipertrofiadas. En las escenas más desquiciantes, en el edificio de la mafia francesa, vemos su enorme nariz tan de cerca que genera una sensación incómoda. Les están chupando la sangre de una manera algo parecida a “Matrix”.

Es innovador que se nos presente una relación entre el un niño y su abuela para que nos encariñemos con los personajes para inmediatamente después convertir al niño en un simple elemento que hace avanzar la trama.

Todo el peso de la historia lo lleva la abuela. El niño sólo sabe pedalear. Las mismas heroicidades que llega a hacer el chico también las hace la abuela ya que en sus entrenamientos le acompaña a escasos metros por detrás marcando el ritmo con un silbato. Ya en Belleville le acompañarán a la abuela tres hermanas mayores, esqueléticas. En el pasado fueron importantes cantantes. Hoy viven en un edificio de mala muerte de un trasunto de Nueva York. En una de sus paredes está colgado el póster de la película de “Las vacaciones de M. Hulot”.

Me ha gustado mucho la absoluta agresividad al retratar a los estadounidenses. Hombres y mujeres gordísimos. En particular hay un niño scout deseoso por hacer cruzar la calle a nuestra protagonista que tiene una estética demasiado parecida al niño de “Up”. Cabe señalar que la película de Pixar es posterior a esta, por lo tanto usaron una imagen que ya había ridiculizada. En general toda la ciudad es de gran decadencia. Sucia. Edificios altísimos y sin que haya un hueco. Aunque la película tenga un claro enfoque infantil no se acobarda a la hora de mostrar prostitutas. No sólo eso: toda la trama es realmente oscura.

Toda la animación es enormemente fluida. Muchas veces por ordenador, pero sin que esto llegue a molestarnos. En la persecución final es donde más podemos ver que todos los accidentes de coche están hechos por ordenador. Aprovecho que menciono a los antagonistas para alabar el diseño de los guardaespaldas, cuyas espaldas, literalmente, son rectangulares para asegurar que llenan todo el cuadro.

Hay varios trucos muy buenos. Por ejemplo cuando nos presentan la rutina diaria de nuestra protagonista vemos cómo el perro les espera en casa. A la película no le tiembla el pulso a la hora de mostrarnos una y otra vez los vaivenes del perro en las escaleras de la casa. Aquí el dibujo adquiere deformaciones de ojo de pez.


viernes, 10 de junio de 2022

LA TORRE DE LOS SIETE JOROBADOS

Dir.: Edgar Neville
1944
81 min.

Un título absolutamente propio de la literatura gótica. Pero hay un problema: está ambientado en Madrid. ¿Qué torre inescrutable hay en Madrid que pueda albergar todos los misterios que requiere la trama? Ninguna. Solución: hacer la torre subterránea. Me parece bien; ya que asumimos el género de esa manera, hagámoslo bien. Tampoco tengo pegas con que diga siete jorobados. ¡Son muchos más! Pero el haberle puesto un número sugiere un misterio o una organización secreta… Como digo, todo concuerda con el género.

Con respecto al argumento sorprende que se aleje de la crudeza de las historias a las que nos tiene acostumbrados el cine español de la época. Tenemos un tipo que sufre por no ser capaz de invitar a cenar a la chica que le gusta y a su madre con el único duro que le queda. Por la aparición de un ser de ultratumba que ve el futuro, consigue enriquecerse apostando en la ruleta. ¡Esto es algo inaudito! Consigue el dinero con moralidad dudosa, haciendo trampas en juegos de azar, y la película no le castiga. Conserva el dinero, no peca de avaricia, es buen hombre… Yo esperaba que toda la película consistiera en condenarle porque no se puede conseguir nada en esta vida que no se merezca.

La parte propiamente de misterio está bien, pero sin nada particularmente interesante. Es divertido que el tipo se cruce continuamente con jorobados (de actuaciones más que correctas, todo hay que decirlo). Hay una escena en la que se traduce un jeroglífico… elementos tópicos que no aportan nada. Hay incluso una escena de hipnotismo.

Lo que es impresionante es cuando por fin se rebela la sociedad secreta de falsificadores de billetes jorobados que viven en una antigua ciudad judía subterránea. Las escaleras de acceso son impresionantes. El efecto es maravilloso. Por lo poco espectacular de todo lo anterior esta imagen es potentísima. Habíamos tenido escenarios convencionales y de repente ese pozo gigante. Pero eso no es todo porque tras el pozo está la ciudad. Es cierto que todo luce bastante de cartón, pero es impresionante. Por otro lado, lo que se construye es gigante. No sabría decir cuántos decorados distintos conforman la ciudad.

En esta ciudad encontramos al personaje más maravilloso de la película y que he visto en mucho tiempo en el cine. Se trata del tópico de un sabio que vive en su mundo si enterarse de nada. Es un arqueólogo que canta, que le gusta recibir visitas, que no despega la vista de su trabajo. Un tipo mayor, delgado, de barba y bigote graciosos… Cua, cua, cua. Principios del XIV finales del XIII. Cua, cua, cua. O sea que esto ya lo tenían los judíos, en Madrid. Todo él es caricaturesco, pero la interpretación de Antonio Riquelme es perfecta.

El final llega de forma bastante abrupta, desde dentro de la ciudad secreta dinamitan todos los túneles y se entiende que muere el jorobado parece que mandaba en ese lugar. La explosión es otro despliegue de medios. En el mismo pozo cuyo tamaño nos había impresionado antes empiezan a caer vigas, tuberías, agua y varios estropicios cuya escala con respecto a la escena entendemos mal, pero ello no hace sino aumentar la fascinación por lo que estamos viendo.

Con respecto a la aparición fantasmal del hombre con monóculo opaco, capa, cicatriz en el cuello y chistera. El efecto en el espejo no es particularmente llamativo, pero está bien hecho y entiendo que se quiera hacer gala de esta capacidad. Me gusta que no se desarrolle mucho la parte en la que el protagonista no termina de aceptar el hecho sobrenatural. Me parece inesperado y ocurrente que se aparezca Napoleón porque alguien está haciendo una suerte de güija y no sabe dónde tiene que aparecerse.

La interpretación del actor protagonista, Antonio Casal, sin ser sobresaliente, es bastante mejor que la que vimos en el endeble papel de “El hombre que se quiso matar (1942)”.


viernes, 3 de junio de 2022

¡DOLORES, GUAPA!

Dir.: Jesús Pascual
2021
108 min.

En general creo que está lastrado por un cierto localismo. Las ideas que plantea siempre quedan supeditadas a la reivindicación de la Semana Santa como algo de la identidad sevillana. La propuesta realmente agresiva de que la imaginería de Semana Santa es muy gay se hace de puntillas para que el colectivo no se apropie de lo que el documental considera que es del pueblo sevillano.

Y la lástima es que esta es la idea realmente original del documental. Parece que antes de plantearla tiene que hacer una apología del ritual de las procesiones en particular y de la religión católica en general. Así dedica un trozo largo a explicar por qué gente no ya del colectivo gay, sino progresista en general, puede participar de la vida religiosa y de la Semana Santa. Una reivindicación parecida y menos panfletaria la hizo Saura con el flamenco. Aunque en absoluto desarrollada, me gusta la idea del anticapitalismo que supone la institución eclesial.

Creo que la película flojea mucho al poner a gente a decir su experiencia personalísima de la religión. El problema de la relación entre la Iglesia, la homosexualidad y la imaginería es demasiado profundo, antiguo y complejo como para que se pueda decir algo interesante a partir de unas opiniones. Así vemos un desfile de textos eclesiales que parecen prohibir la Semana Santa sevillana. Pero nunca se explica por qué a pesar de ellos, tiene el beneplácito de la Iglesia. Supongo que la intención es sugerir una secularización de la fiesta.

En este sentido se deja uno de los testimonios más icónicos de la película. Me refiero al chico que habla con su pareja fumando en la ventana. Al decir que hay dos religiones: la sevillana y la vaticana hace un gesto de manos para describir el recato del catolicismo de una potencia estética muy fuerte. Llama este momento la atención por la artificiosidad en general de esta persona. Y es que creo que este es uno de los problemas de la película. Hay algunas escenas, no muchas, que pretenden convencernos de que la cámara es un testigo invisible. Pero la realidad es que las personas que vemos son muy conscientes de que ahí hay una cámara, hablan para la cámara, para seducirla a ella y al espectador.

Sí me gusta cómo se describe la fascinación por las vírgenes. Esa descripción de sensación mística sólo durante el momento en el que pasa la imagen. Cómo le abruma la belleza cuando ve la imagen brillar al fondo de la calle… Estos relatos sí me interesan. También me gusta cómo se describe con fascinación el juego infantil que eran las procesiones representadas en el suelo de casa con una caja de fresas. Esta serie de testimonios creo que son interesantes en sí mismos, pero sólo en sí mismos. Porque al juntarlos todos se produce esa apología de la Semana Santa de la que hablaba antes.

Lo que es casi de vergüenza ajena es lo forzado que suena en algunos testimonios al mencionar el colectivo. Cada vez que lo oigo recuerdo la escasísima presencia femenina. Y es que aquí lo que se reivindica es una homosexualidad masculina muy concreta. Que es la que encarna el entrañable anciano de cuya muerte nos enteramos al inicio de los títulos de crédito finales. Una homosexualidad que no consiste tanto en la atracción sexual, sino en una feminidad propia de, como se solían llamar, maricones.

Me parece de agradecer que la reivindicación se haga bien lejos desde el individualismo atroz identitario al que nos tiene acostumbrados el colectivo. Ello hay que agradecérselo al carácter social de la religión católica. Dado que se trata de reivindicarse en una sociedad católica, debe hacerse apelando a una comunidad. Así apenas se habla de los descubrimientos y torturas personales que tanto gustan en los relatos melodramáticos en las salidas de armario y se centra mucho más en cómo se reacciona a esta conducta fuera de lo común en según qué círculos, en qué circunstancias y en qué niveles de oficialidad.

La banda sonora de BronQuio de los créditos es una maravilla.