sábado, 30 de octubre de 2021

HEREDITARY

Dir.: Ari Aster
2018
126 min.

Es muy fácil encontrar referencias de esta película. Pero en concreto “Babadook” la lapida. Así tenemos el juego de culpas, la madre que no sabe si quiere a sus hijos, el insomnio como catalizador de la locura… Realmente no sorprende con casi nada. Es cierto que está realizada con especial limpieza. Así tenemos giros de cámara de ángulos rectos que recuerdan a los de Wes Anderson. De este mismo autor tenemos el gusto por las maquetas. Me molesta sobremanera saber desde el primer momento que tendremos una escena donde destrocen las maquetas. Recuerda mucho a Anderson el plano del entierro de la niña, Charlie. La cámara baja y se entierra a la vez que el féretro. Cuando la madre arde a la vez que arde el cuaderno es imposible no pensar en “Harry Potter y la cámara secreta”.

Como ocurre en otras películas de su generación hay un muy buen uso del espacio vacío. En este caso tanto en cuadro como en el sonido. La película en general es silenciosa para dar lugar en todo momento a un chasquido de la lengua de la hija muerta. Es silenciosa, pero a la vez en los momentos más narrativos se ocupa de un zumbido para que no olvidemos que tendríamos que estar pasando miedo.

La muerte de la niña llama mucho la atención. La película se detiene para que pensemos bien en lo que acaba de ocurrir. Desde el primer momento hemos detestado a ese personaje. ¿Quién no? Por lo tanto estamos contentos de que haya muerto, pero por lo que hemos visto de la película sabemos que esto nos traerá apariciones de esa niña. Su aspecto es incómodo, su actitud de enferma mental casi zombi es incómoda, su forma de comer chocolate es incómoda… todo. Por supuesto la película es consciente de ello. Así en la primera sesión de espiritismo la madre dice: no tienes de qué asustarte, es tu hermana. Bien: su hermana asusta bastante.

Como todas las películas de este estilo se nos presenta la violencia con naturalidad. De esta forma la película se sitúa en un plano superior al espectador. Estamos incómodos con lo que vemos, pero la cámara no. Tenemos así la cabeza de Charlie tirada en el arcén de una carretera con hormigas devorándola. Realmente este es un acto de soberbia. La película oculta el dramatismo de su argumento cubriéndolo con kilos de imágenes tétricas.

El gran fallo de admirar todo esto con naturalidad es que cuando se acumula ocurrencia sobre ocurrencia tenemos algo tan ridículo como el último plano de la casa rodeada por gente desnuda. Cadáveres vivientes. O el cuerpo de la madre decapitándose a sí misma. Sería un plano sugerente si no se presentara como si nada. Tal y como se muestra es cómico.

En cuanto a la narración la vemos con bastante exasperación. Hay que admitir a la película su habilidad usando el síndrome de Casandra. La madre explica a su familia cómo será la sesión de espiritismo pero no la creen. Estamos tan hartos de ver estas narrativas que preferimos que se aparezcan todos los demonios antes que ver al padre explicando a la madre que necesita atención médica. Por otro lado es lamentable la aparición del desván en la película. Nadie ha hablado nunca del desván. Ni siquiera sabíamos que había un desván y termina resultando ser el lugar donde más secretos se guardan.


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