viernes, 27 de enero de 2023

MÁS ALLÁ DE LOS DOS MINUTOS INFINITOS

Dir.: Junta Yamaguchi
2020
70 min.

Buena premisa. Pone claros sus límites. No intenta volar más alto de lo que debe. Las torpezas de sus personajes son las justas para darnos conflictos. La artificiosidad de la actuación japonesa ayuda a que nos creamos las ingenuidades de todos los personajes.

El plano secuencia tampoco es más pretencioso de la cuenta. Vemos dónde están los cortes. Son evidentes. Algunos son más burdos que la cámara hundiéndose en la americana en “La soga”, pero funcionan mejor. El montaje digital permite a la película tener muchos más cortes y por lo tanto no hay que hacer proezas tan monumentales como las que tenía que hacer Hitchcock. No sé si los dos minutos a los que nos ata el bucle se cumplen a rajatabla. Pero desde luego la falta de cortes obliga a que haya suficiente espacio para que nos lo creamos. Funciona perfectamente.

Una prueba de lo bien escrita que está la película es que no se abandona la premisa. Incluso cuando la película tira por unos caminos demasiado aventureros para las actitudes pueriles que han tenido los personajes ante tal prodigio, las pantallas que provocan el bucle siguen presentes. Para mi gusto se explica demasiado la mecánica del milagro. Tres o cuatro veces. Y por si no lo hubiéramos visto explicado suficientemente explícito, se tiene que contar de palabra el efecto famoso Droste. A pesar de eso no tenemos que esperar mucho rato a que los personajes se crean la premisa. Esto se hace rápido y siempre es de agradecer.

Me gusta que la escena más climática, con los mafiosos, sea tan lúdica. Cómo se le provee de elementos que le sirven para derrotar a los malos. Me gusta que cuando termine esta escena y se nos insinúe un tramposo final feliz escuchemos una música alegre. Como si ahí no hubiera pasado nada.


viernes, 20 de enero de 2023

LA BATALLA DE LOS SIMIOS GIGANTES

Dir.: Ishirô Honda
1966
90 min.

Un barco es atacado por un calamar gigante. Aparece un simio gigante y mata al calamar lanzándolo al agua. Después hunde el barco. No se vuele a mencionar al calamar.

Cuando el ejército se convence de que hay un simio que es enemigo público un tipo hace una llamada al experto en simios gigantes. Desde este momento la gente sabe cosas sin saber muy bien de dónde le viene esta información. El científico es el único occidental de la película. Es experto en simios gigantes porque ha investigado uno que está suelto en las montañas de Japón. ¿Por qué es experto en simios? ¡Sólo existe uno en el mundo! Después descubrimos que no, pero él aún no lo sabe.

La verdad es que el aspecto del simio gigante siendo un bebé es para verla. ¿De dónde ha salido ese simio? ¿Lo han generado genéticamente? No sabemos nada. Se descubre que hay un simio de agua (verde) y un simio de tierra (marrón). La película, quizás siguiendo la estela de otros clásicos del género de monstruos, decide no poner nombre a ninguno de los dos. Para poder hacer referencia a ellos se dice por una radio a partir de ahora los llamaremos simio gigante verde y simio gigante marrón. Estrategia habilísima para situar al espectador.

Por arte de magia se descubre que esos simios se reproducen por células que pierden. Se plantea la posibilidad de que, dado que cambian la piel constantemente, pueda aparecer otro simio en cualquier momento. Pero esto no influye en la trama. Es como una amenaza que existe y con la que nunca interactúan. Se dice que no les pueden disparar por si sangran y se sentencia: sería peor el remedio que la enfermedad. Traducción que resulta rarísima en una película japonesa.

Nos cansamos un poco de ver los constantes ataques a esos señores con disfraces que son los simios. Hay un momento en el que les preparan una trampa con pistolas, láseres y cables. ¡Electrifican todo un río! Está el monstruo verde agonizante y llega el marrón, toca el agua electrificada, no le pasa nada y salva al verde. Nadie entiende nada. Ni siquiera se entiende la relación que tienen estos dos seres. Se supone que el marrón es pacífico pero el verde no. Por la pelea final no podemos pensar esto…

El ejército es un gran protagonista. Pero los tanques son caros. ¿Solución? Maquetas. La verdad es que es agradable de ver. Pocas veces es creíble. Se muestran torres de electricidad y láseres que parecen sacados del futuro de “El dormilón”. En cierto momento se quiere hacer un primer plano a las orugas de un tanque, pero claro para ejecutar esto hay que hacer un plano desde cerquísima ya que es primer plano a las ruedas de una maqueta, es imposible enfocar esto y así lo vemos en la película. Es precioso ver un helicóptero moverse hacia el simio y al verle empezar a retroceder ¡Moviéndose hacia atrás!

En este ejército hay un tipo cuya labor es contestar al teléfono y después hacer un resumen al general. En cierto momento otro tipo debe llamar al cuartel desde el monte. Para que el espectador vea su radio a la espalda hace un giro tan evidente que no podemos sino reírnos.

Los monstruos en la ciudad siempre están entre maquetas. No terminan de funcionar, el efecto es muy raro. Más que simios gigantes, parece gente bajita al lado de edificios chiquititos. El mismo efecto en el bosque funciona mucho mejor. Podemos saber fácilmente si vamos a ver pasar a un simio por el fondo porque a los personajes de primer término les rodea de repente un aura de croma azul.

En algún momento se ha mencionado que van a usar armas químicas para matar a los simios. Al final de la película llueven bombas sobre los simios. No sabemos si son armas químicas pero surge del mar una especie de volcán amenazador que pretende hacernos pensar que el problema no ha acabado. Tampoco tenemos muy claro por qué ese volcán podría ser peligroso.


viernes, 13 de enero de 2023

EO

Dir.: Jerzy Skolimowski
2022
86 min.

Al empezar la película nos tememos que se reduzca a poner la figura más o menos tierna de un burro ante las atrocidades y oscuridades de la condición humana. Hacerle presenciar violencia, desprecio y en ocasiones sufrirlos en sus propias carnes. Un poco este era el pecado de “Al azar de Baltasar”. Pero aquí rápidamente se despliega un virtuosismo de montaje, sonido, cámara, iluminación y fotografía.

La interpretación del burro es la mejor interpretación animal que he visto en mi vida. Sus reacciones son de una precisión increíble. Lógicamente no es que el animal sea un prodigio: todo ha habido que construirlo con el montaje de planos y de sonido. La forma más evidente que tiene de expresarse es la respiración. La película consigue transmitir sus sentimientos de miedo, incomprensión, abnegación a través de sus resoplidos. El trabajo de sonido es tan cuidado que incluso oímos caminar a unas hormigas por encima de las maderas que forman su redil.

En general tenemos la sensación de que los animales están enteramente a disposición del director. Hay una escena nocturna en la que el burro está en mitad de un bosque. Hay un primer plano de un búho al que vemos siluetado en el plano general. Hay un plano de una araña que trepa por su tela, pero visto con una claridad pasmosa. El ritmo de la araña no es acelerado y nervioso como cuando se suelen ver bichos en las películas. Parece que la araña asume que la escena es de calma tensa y con esa elegancia se mueve. Es una escena de miedo porque en mitad de esa noche empiezan a cruzar entre los árboles rayos de luz verde. Rápidamente entendemos que son cazadores buscando lobos. Pero los instantes antes de llegar a esta conclusión generan una incertidumbre maravillosa. Es un bosque con una iluminación soberbia. Una noche clara, nos creemos que no se ve nada y aun así podemos ver absolutamente todo. Es impresionante, inexplicable. Pasamos de estar encerrados entre los árboles a estar en campo abierto, delante de un imponente cortado geológico, con un gris clarísimo. El burro mira cómo agoniza un lobo que se desangra tras un disparo de cazadores.

Esa noche acabará con un plano negrísimo de una especie de pesebre. El siguiente plano es el burro paseando con un caminar muy estilizado, casi femenino, como si llevara tacones, localizado en un túnel. Un túnel que no entendemos dónde está, ni cómo ha aparecido ahí. El desconcierto es absoluto. En otra transición de escenas el cuadro está negrísimo y a lo lejos aparece un destello de luz. Un punto informe. Según va entrando a foco descubrimos que el punto es un rectángulo y que es el final de un pasillo en el que se siluetea Eo. De cuando en cuando hay algún foco de luz que se refleja en la lente. Pero nunca llega a cegar la cámara. Podemos ver los halos de las farolas, pero nunca se comen una sección del plano.

Uno de los últimos escenarios en el que vemos a Eo es frente a una presa. Unos chorros de agua imponentes. Él delante, sereno, sobre un humilde puente. Está todo tan a foco que podrían ser planos distintos superpuestos. Sin que se llegue a explicar, el agua de repente empieza a fluir hacia arriba. Lo vemos en los chorros, pero es que cuando la cámara enfoca a las ondas que hace el agua al caer cuesta mucho ubicar lo que vemos. La imagen sigue yendo hacia atrás, pero es que la cámara también se mueve. Se confunden olas, salpicaduras…

Me gusta mucho todo lo que ocurre alrededor del partido de fútbol. La película nos deja claro que es un partido sin ninguna trascendencia deportiva. Tras la victoria, en la fiesta de celebración meten al burro al local del equipo ganador. Al burro le intentan hacer beber cerveza, fumar marihuana, besar… No sé explicar qué magia hace el director que la escena no nos resulta en absoluto agobiante. El burro no padece esta fiesta. Solo la presencia como un espectador. Que cuando tiene oportunidad se va, pero de la que no huye despavorido.

Se juega con la visión del burro haciendo que los bordes del cuadro aparezcan desenfocados. Hay varios planos en los que el burro mira hacia el exterior del vehículo en el que le trasladan. Hay uno de ellos que es una de las rimas de planos más impresionantes que he visto. Por una rendija estrechísima ve las rítmicas líneas blancas discontinuas sobre el asfalto negro. El siguiente plano en los Alpes está repleto de nubes blancas que sólo dejan asomar una finísima línea horizontal de negra piedra de la montaña. Son unos planos de grandísima belleza. Ya llegados a Italia ocurre algo que personalmente me parece simplón: el primer italiano al que vemos está conduciendo en su coche y va escuchando “Vesti la giubba”.

Hay una escena de una belleza soberbia en la que vemos el vuelo de un ave en una fotografía en rojo y negro. El pájaro vuela entre los árboles con una suavidad que no hemos visto nunca. Supongo que esto está grabado con un dron. No podemos esperar estas imágenes antes de que éstos se inventaran. Pero es que incluso al comparar con las horas de grabaciones desde dron que hay en YouTube la suavidad de las que aquí se nos muestran es única. Esta escena de nuevo es tremenda porque acaba señalando lo mortales que son los aerogeneradores para las aves.

El rojo es el color con el que nos recibe la película. Lo veremos aparecer en varios momentos. La primera dueña de Eo aparece iluminada por las luces de freno de la moto de un novio que no comparte el amor que ella tiene por el burro. Con una luz muchísimo más envolvente de la que puedan proporcionar los faros de freno ella le mira proyectando toda su ira sobre él. Hay otra escena muy extraña en la que se ve un robot que parece de Boston Dynamics. La cámara lo sigue y con la cámara viajan unas luces rojísimas que alumbran la hierba en mitad de la noche.


viernes, 6 de enero de 2023

REPULSIÓN

Dir.: Roman Polanski
1965
105 min.

Me gustan las películas obsesivas. Es una película obsesiva. Me ha gustado.

Hay que admitir que en ocasiones la obsesión es un poco superficial. En concreto estoy pensando en la clase de cosas que hace la protagonista pasando días y días sola en casa. Las únicas actividades que realiza son planchar y coser. Como mucho se sienta a ver la tele. Parece que a Polanski no se le ocurre qué más puede hacer una mujer sola en casa aparte de los trabajos domésticos típicamente femeninos.

Creo que es muy interesante ver hoy en día el detonante de la trama. Un chico genuinamente interesado en la protagonista, con las mejores intenciones intenta besarla. De hecho le termina robando un beso en su coche. Ella sube despavorida a su casa donde está su hermana con el hombre que la mantiene a cambio de la relación extramatrimonial. Supongo que la lectura original es que ella es tan misándrica que hasta un inocente beso la hace desarrollar una espiral obsesiva. Pero actualmente es fácil fijarse en que incluso un hombre con sus mejores intenciones llega a perpetrar un contacto sexual no consentido. Para que este chico ideal quede aún mejor retratado se lo mostrará en un par de escenas en la barra del bar con dos amigos que se refieren a la mujer de la forma más impersonal posible.

Las primeras escenas de la película casi parecen cine francés. Esos planos en los que vemos a la gente sorprenderse por la cámara que sigue a la chica. Ruido de coches. Una música que me gusta mucho. La música rápidamente se alejará de las melodías y se centrará en la percusión. Hay una escena en la que la chica vuelve del trabajo hasta su casa. Anda por un puente, tocándose la nariz ya de manera enfermiza. La banda sonora son unos redobles intermitentes y un clarinete que suena por encima. Al poco rato el clarinete incluso se vuelve percusivo emulando los redobles.

Hay un gusto por el plano secuencia. No se hace de manera muy exagerada. Lo que más delata este recurso es en un cierto momento que un personaje ciega por completo la cámara para que sea viable el plano sin cortes. Me gusta mucho la escena con el casero. A ella ya la hemos visto fantasear cada noche con una violación. Quizás sean pesadillas, pero sus movimientos, la manera en la que agarra las sábanas, que se maquille para la ocasión y el hecho de que no oigamos nada, me hace pensar que se trata de una fantasía erótica. El caso es que a pesar de estas fantasías, cuando el casero se abalanza sobre ella, le rebana el cuello. Pues este momento está muy bien construido. La navaja lleva en el salón muchos días. La hemos visto multitud de veces. En un momento dado ella la coge. Desde este momento la escena se carga de suspense.

En los dos asesinatos tenemos un plano final desde la posición del cadáver. Cuando mata al chico con el candelabro nosotros recibimos el golpe y cuando se está desangrando el casero, veremos cómo nos cubre con el sofá.

Toda la decrepitud me gusta mucho. En cierta medida recuerda a la madre en “Babadook”. Personalmente me parece inverosímil que no adelgace enfermizamente. Es cierto que se mira con mucho morbo. Pero es que la actuación de Catherine Deneuve es una gozada. No es la primera vez que la vemos perder la cabeza, pero el momento en el que le mete un corte en el dedo a una clienta es una imagen difícil de olvidar. Ella está en una esquina. Mirando lo que ha tirado. Con los ojos abiertísimos. Es tremendo.

A esta actuación se le suma una fotografía muy expresiva. Sobre todo en los interiores la luz es muy dura. Hace que los personajes siempre estén muy perfilados. Ahí donde les da la luz se vuelven blanquísimos. En la escena con el casero la región del cuadro que ocupa ella es blanquísima y el traje negro del casero es negrísimo. Por supuesto el momento en el que más luce la iluminación de la película es en la mítica escena de las manos que salen de la pared del piso. Unas manos que es fácil reconocer en la avalancha de hombres lascivos de “Última noche en el Soho”.

Toda la deconstrucción de la casa es maravillosa. Cómo se abren las paredes de esa forma imposible. Cómo le parece ver caer el techo. No ya es que se acerque el techo al suelo. Parece incluso que se inclina. Y esta es la parte más alegórica. Pero incluso lo que ella perpetra. Rompiendo el cable del teléfono. Dejando el cadáver de un conejo sobre una pila de libros. Cómo arranca una balda de la cocina para clavarla en la puerta de entrada tirando latas de conserva tras de sí… Está emparentada con mi predilecta escena final de “La conversación”, posterior a esta.

Me gusta el asunto de la privacidad. Cómo los muros parecen hechos de papel y nos permiten oír cómo el vecino ensaya el piano y, sin embargo, permiten alojar un panorama desolador. Hay un plano habilísimo en el que el pretendiente está presentándole toda clase de excusas. Están discutiendo dentro de casa pero enfrente de la puerta principal abierta. En un momento dado se abre un espacio entre ambos que permite ver desde la otra puerta del rellano a una mujer que no entra a su casa por interesarse por la conversación. Pero es una mujer en la que nos podemos ver reflejados nosotros mismos. Igual que ella está invadiendo una privacidad, nosotros estamos viendo lo mismo. El momento en el que este tema alcanza su cumbre es cuando toda la escalera se entera de que algo ha ocurrido en ese piso. Se llena de gente y todo el mundo tiene un montón de opiniones no pedidas que ofrecer.