domingo, 27 de octubre de 2019

PESADILLA EN ELM STREET

Dir.: Wes Craven
1984
101 min.

La película tiene todo el rato una pátina de moralidad que resulta bastante molesta. Las víctimas son alcohólicas, promiscuas, poco decentes o simplemente poco fieles a su palabra como Johnny Depp, quien promete a su novia protegerla manteniéndose despierto.

La idea de la película es enormemente original, pero es muy conocida. Tanto que su desarrollo no resulta muy interesante. Incluso el origen de un asesino que vuelve para vengarse de quienes le asesinaron es conocido, por lo tanto esta parte del argumento tampoco llama la atención. Sí es muy curiosa la escena en la que la madre alcohólica narra cómo los padres del vecindario mataron a Krueger. En un acto enormemente simbólico para la película y enormemente perjudicial para su credibilidad guarda sus cuchillos en el mismo lugar donde murió quemado. Pero supongo que esta clase de cosas son la magia del género.

El miedo en la peli se consigue con dos pilares: la música y la gran caracterización del malo. Hablaré primero de lo segundo. A este villano se le identifica con tres elementos básicos: sombrero, cuchillos y jersey. Es cierto que en el imaginario colectivo su cara quemada es algo muy llamativo pero dada la oscuridad de la película, es muy poco protagonista. Con respecto a la música. Es de un sintetizador muy afilado y persistente. Las escenas de los sueños suelen tener un preliminar muy largo. Pasan muchos minutos andando por lugares vacíos oscuros y llenos de sonidos de sintetizador. La tensión que generan es tremenda. Tanto que llega a ser molesta por su gratuidad. Incluso en los momentos que no corren peligro se recurre a esa misma música.

Lo más llamativo y brillante de la peli es su aspecto onírico. Ese primer sueño con Krueger corriendo con brazos larguísimos es genial. Probablemente hoy sea una imagen muy poco dinámica, donde el malo parece que tiene una extraña movilidad reducida. Pero la peli está llena de grandes momentos visuales. Por ejemplo el teléfono desarrollando una lengua babosa y repugnante. Evoca en ese momento un carácter de obseso sexual que nunca se explicita. La sangre saliendo de la cama de Johnny Depp. Las paredes deformándose por alguien que está detrás como si fueran elásticas. Freddy apareciendo detrás de un árbol demasiado estrecho para esconderle. Tina, la primera víctima, volando por su habitación mientras se desangra. O su cadáver arrastrándose solo en el primer sueño de Nancy. Son muchos los momentos memorables en este sentido.

Las actuaciones dejan bastante que desear, pero dado que no tienen que hacer nada muy profundo no tenemos muchas oportunidades de notar esta carencia.

El final es muy desconcertante y, aunque aún no le he dedicado mucha reflexión, creo que Wes Craven tampoco tiene muy claro qué significa. Madre hija con vestidos blanquísimos nos hacen pensar que están muertas en una especie de cielo o al menos limbo. Por algún motivo el malo es capaz de actuar ahí y ya ha dado el salto de actuar contra adolescentes a atacar también a adultos. Rompe la coherencia de la peli, lo que nos han asegurado que es la realidad se convierte en sueño por conveniencia. No despotricaré del momento “Solo en casa” en el que Fredy es golpeado por un martillo, sufre una explosión y arde.

Hay un momento precioso con la muerte de Johnny Depp. El jardín de su casa está lleno de servicios de emergencia y se escucha una voz que dice No necesitan una ambulancia, necesitan una fregona.


domingo, 20 de octubre de 2019

LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES

Dir.: George A. Romero
1968
96 min.

Voy a empezar llorando porque en mitad de la película la pista de audio en versión original ha decidido convertirse en versión doblada. Esto conllevaba una notable decadencia en el sonido. Meterse en la película ha sido ya muy difícil porque una parte de mi esperaba que volvieran las actuaciones originales con el mismo misterio con el que se habían ido.

Pues forma igual de repentina parece el primer muerto viviente. Es una de las mejores escenas iniciales que ha visto nunca. La película va sobre muertos vivientes porque lo dice el título. No hay factor sorpresa por este lado. Sin embargo el tercer personaje que parece ya es un ser muerto. De hecho se bromea acerca de que pueda serlo, como no han pasado ni cinco minutos de película llegamos a creer que pueda no ser un hombre peligroso. Cuando se revela un muerto viviente vemos una cara sin apenas maquillaje, solo un traje que le viene pequeño, palidez, delgadez y una mirada perdida. Esto aparecerá en casi todos los monstruos de la peli. Son unos muertos vivientes realmente elegantes. Otro elemento muy interesante en la idiosincrasia de estos seres es que de lo único que se asustan es del fuego. El paralelismo con el infierno es evidente.

El desarrollo de la película va siempre muy fluido. Hay las típicas discusiones de película de supervivencia que no nos interesan mucho. Hay quien se preocupa mucho por el bien común, un tipo muy calvo presta más atención a su integridad física y la de su familia. Este tipo probablemente sea la mejor interpretación de la peli, gritando y cogiendo unos enfados memorables.

La gran virtud de esta película es que realmente el peligro no deja de aumentar nunca. Es frecuente en estas películas que sea una sucesión de peligros de los que se escapan de maneras más o menos ingeniosas hasta que se le acaba la imaginación al guionista. En esta película realmente nunca llegan a sentirse a salvo. Siempre los muertos van en aumento y cada vez están más cerca. La niña zombi que aparece de forma más repentina aparece cuando ya está condenado. No es un peligro nuevo el que termina con su vida. Nuestros protagonistas ya estaban perdidos antes de este giro de guion.

Estilísticamente es una delicia. La cámara siempre inquieta, la imagen con una definición no perfecta. Se graba casi siempre de muy cerca porque en el plató no hay más espacio. El estilo es maravilloso. Es cierto que el mítico plano de las manos apareciendo entre los tablones no aparece con tanta contundencia como cabría esperar por su fama. Pero sí es muy bonito ver cómo se descomponen esas manos al ser golpeadas.

El sumun de esta falta de concesiones a la trama lo tenemos en el crudísimo final. El final trágico ni siquiera se presenta como tal. Una sociedad armada ha impedido un final feliz pero nadie lo sabrá nunca. No hay ceremonias para el último superviviente. Las imágenes se congelan y se convierten en fotografías llenas de grano y de hombres blancos con escopetas.


sábado, 19 de octubre de 2019

TREN A BUSAN

Dir.: Yeon Sang-ho
2016
118 min.

Película de festivales de zombis. El género de zombis tiene una relación muy estrecha con el cine de autor. Parece que solo tratar este asunto ya da una dosis de prestigio mágico. Supongo que es un poco lo que le ocurre a esta peli. Como película de zombis no aporta nada nuevo. Como película de desastres tampoco. Como película de un padre que busca recuperar el amor de su hija, es una moñada.

Bueno, la fórmula es la de siempre. No hay sorpresas de ningún tipo. Se necesita un espacio pequeño para correr y sistemáticamente se va haciendo el espacio seguro más claustrofóbico. Una típica reflexión acerca de la sociedad individualista. Personajes arquetípicos, los malos son muy malos y no demasiado listos. Nuestro protagonista es muy parecido en sus decisiones al tipo que se nos presenta como más egoísta, pero por ser protagonista se le juzga con ligereza.

De hecho en este sentido nos cansamos un poco de la sucesión de escenas. El sistema es que cuando pensamos que alguien está a salvo descubre que no lo está y se salva o no. Este dilema se resuelve con una regla sencilla: ¿qué le conviene al guion? Por poner un ejemplo, el momento en la estación es tremendamente predecible. Es una escena que ocurre en la primera mitad de la peli, aún no ha aparecido demasiadas veces, pero aún así nos produce un hastío mortal.

El arco evolutivo del protagonista es previsible. Ni siquiera parte de unas decisiones tremendamente inmorales. Él es consciente de sus defectos como persona y tiene a todo el mundo a su alrededor diciéndole que cambie. La película no es un viaje introspectivo. Por supuesto al final decide sacrificarse porque será un infectado y quiere salvar a su hija. Opino que proteger la vida de tu hija no es una gran evolución.

El momento del suicidio final es muy efectivo pero muy facilón. Como debe abandonar la historia como un héroe explica a las dos mujeres indefensas cómo se frena una locomotora. Es un comentario completamente gratuito y egocéntrico por su parte. Para aumentar el drama, el padre descubre que su hija le quiere. Aunque solo sea porque está viendo el mundo arder, me parece lógico que una niña pequeña quiera estar con alguien conocido por muy mala que sea su relación. Pero no quiero que suene a que esta escena me ha disgustado. Aunque solo sea por la actuación desgarrada de la niña, vale la pena. Por si este llanto fuera poco, se apoya en una canción melodramática con lágrimas de litro y medio cada una que dan un final bastante redondo a la peli.

En general el acabado de la peli es bueno. Se notan mucho los parches con el CGI. El humo entre los escombros… Son asuntos que desmerecen un poco el género. Con lo precioso que es ver una maqueta arder, no pongas fuego de ordenador. Pero al menos cuando se usa es para producir imágenes potentes. Me refiero por supuesto al tren que avanza a toda velocidad mientras arde sin ningún motivo o al lastre de zombis que arrastra una locomotora. Las lluvias de zombis al romperse una ventana también son divertidas…

La película comete un pecado terrible en este género que es faltar a la coherencia interna. Los infectados tienen un proceso de transformación enormemente dispar. Así como la velocidad a la que son capaces de moverse. También chirría un poco que no sean capaces de abrir puertas pero encuentren un asidero perfecto para frenar una locomotora.


viernes, 11 de octubre de 2019

JOKER

Dir.: Todd Phillips
2019
121 min.

La película está resultando polémica. No oculta que ese es su objetivo. Todo cuanto está marcado como corrección política en Estados Unidos está roto de forma casi sistemática en esta película. Si estamos en un tiempo en el que el tabaco se mira con recelo como respuesta a la elegancia de Bogart siempre envuelta en humo, nuestro Joker se pasa gran parte de la película fumando. Si la violencia se muestra con cierto pudor en el cine, nuestros asesinatos serán lo más sangrientos posibles. El propio personaje del Joker es un ataque a la filosofía optimista impresa en taza de desayuno.

El humor a costa de taras físicas está denostado. Ahí tenemos una escena sangrienta en la que gratuitamente se hace humor con un enano. El resultado de esta escena es hipnótico. Al verlo desconfiamos de nuestros propios ojos. Ver esa escena en una película estrenada este año es asombroso. Está ahí sólo para mostrar al director como un soldado valiente contra los límites del humor. La escena consigue ser cómica. Pero comete el fallo que los “límites del humor” pretenden evitar: el personaje del enano es solo eso, un enano. No tiene desarrollo de personaje, no hay nada que vaya más allá de su condición física. De hecho, una vez que la película ha terminado de reírse de él, no vuelve a salir en pantalla.

Y el punto clave de la película y de su mensaje: si la protesta se reivindica constantemente como modo de acción política, que prepare escudos, que corra a esconderse porque la película va a machacarla. La turba de protestantes está mostrada como seres fanáticos, violentos, sin ideales. Lo que les ha movido a salir a las calles es el asesinato de gente rica, algo populista a más no poder. Para terminar de caricaturizar al activismo político se introduce la palabra fascista de la forma más arbitraria posible.

Por supuesto también recibe leña la posverdad. El primer gran ataque lo tenemos cuando visita a su supuesto padre en un baño de un cine, precioso a decir verdad. Cuando el hombre le explica que está equivocado, él dice que le da igual. Ha llegado con un discurso y cree que le da derecho a su atención. En un culmen tenemos el accidente de coche que tiene contra una ambulancia. Lo que hacen los manifestantes es ponerlo en el capó del coche policial. Hay que construir un relato de que lo atropella el orden público y sobre él se vuelve a levantar.

Pero la película tiene mucho más que mensaje. Tiene ante todo la actuación de Joaquin Phoenix. La mayor parte del tiempo es grandiosa. Nos aburre un poco cuando está muy serio preocupado porque no le gusta la sociedad. (por supuesto la sociedad de los 80, haciendo un paralelismo simple para conseguir que la gente salga de la película con la topiquísima reflexión de que no avanzamos) Esos planos en el autobús mirando no se sabe a dónde. Son planos de una pesadez que no corresponden al resto de la peli. Esta es la misma sensación que ocurre con la fotografía. Si tenemos un Joker que se lo pasa tan bien, no tiene sentido que esté tan atormentado.

Los bailes de Joaquin son de lo mejor que se ha visto en pantalla. Puedes ver que no son solo un juego de actor mediocre. Es una coreografía medida que repite con precisión cada vez que baila. El plano en el que solo se ve su barbilla y su brazo alzado después del primer asesinato es maravilloso. De hecho ha sido uno de los carteles promocionales y costaba creer que esa sonrisa fuera la de Joaquin Phoenix. En el mismo sentido verle correr por la ciudad, entre los coches o por los pasillos de un centro psiquiátrico es genial. Esas zancadas largas, rodillas altas, zapatos que parecen ser larguísimos aunque a lo mejor son de su talla.

Las carcajadas nerviosas son de un nivel interpretativo abrumador. Cada vez que se echa a reír no podemos despegar la vista de la pantalla. En cierta medida produce apuro por lo mal que lo pasa. Cada vez que le ocurre es genial, pero por su intensidad es especialmente memorable cuando lee la carta que ha escrito su madre. La cara empapada de lágrimas, mocos y saliva. Ojos dolientes y risa atronadora. Llegados a un punto casi al final, deja de reír. Y tenemos a un Joker mucho más líder de una rebelión y con discursos serios y vacíos en otro ataque al populismo.

No nos gusta sin embargo cuando da la imagen de loco. En particular me refiero a la conversación con el funcionario del hospital psiquiátrico. Empieza a hablar como un loco mediocre y muy poco interesante. En este sentido pero de forma menos grave tenemos el salto a la casa de su vecina con la cual ha imaginado una relación que no existe. Hay que decir que por sólo el diálogo que tienen deducimos que no se conocen, no era necesario que nos explicaran que todo ha sido una alucinación.

La interpretación de deNiro es genial. El personaje no es para tanto, pero estamos viendo al vivo retrato de un presentador de late night. Ese gusto por lo atrevido en su programa. Esa forma de tratar a desconocidos de forma impostada. Su momento de mayor lucimiento es en el discurso aburrido del Joker lo cual nos deja un recuerdo un poco amargo del personaje, pero está hecho de maravilla.

Breve referencia a la banda sonora. Es curiosa. Tiene el tono de música de superproducción del género de superhéroes, pero realmente el argumento de la película no tiene relación con el género. El resultado es curioso. Por supuesto el espectáculo que ella provoca nos permite imaginar cómo la mente de Joker está distorsionando la realidad.


viernes, 4 de octubre de 2019

MIENTRAS DURE LA GUERRA

Dir.: Alejandro Amenábar
2019
103 min.

Por hablar del alzamiento militar del 36 y por tener muchos personajes conocidos había un gran riesgo de convertir aquello en un desfile de cameos. Esto no ha ocurrido ni por asomo. Si a alguien hay que llamar caricaturizado es al propio Unamuno. No llega la sangre al río ya que Karra Elejalde hace un papelón. Pero dado que el parecido físico es muy escaso, la actuación, en ocasiones, se centra en darle el carácter que el imaginario colectivo tiene de Unamuno a través de sus fotos. Para apoyar esto se utilizan unos planos primerísimos que de alguna manera constriñen al actor. Esto no ocurre solo con Unamuno. Hay muchos personajes a los que les ocurre esto. El propio Franco por ejemplo. Lo principal de estos planos es que no son frontales. La cámara casi siempre está picada o contrapicada, distanciándonos un poco del personaje. A esto se le une que los diálogos son muy escasos. Estos dos factores hacen que la película sea poco agradecida con las actuaciones.

En general lo más memorable de la película son las actuaciones. El brevísimo papel que hace Luis Zahera es brutal. La naturalidad de la que goza ese personaje la he visto muy pocas veces. Interpretativamente es perfecta la discusión que tiene Atilano con Unamuno. Ese enfado que debe contener por su religiosidad… Aunque Salvador, el amigo de izquierdas de Unamuno, no sea una gran interpretación, tiene un personaje muy bonito.

En cuanto a los militares as interpretaciones de Franco y Millán-Astray son maravillosas. Franco está impresionante. Nos creemos absolutamente todo lo que hace. Su personalidad está creada acorde con las decisiones que toma y su mirada perdida es perenne. Incluso en los momentos de máximo fervor como cuando cuelga la bandera monárquica o cuando es nombrado el general del ejército esa alegría guarda una coherencia férrea con el reto de la interpretación. Con respecto a Millán-Astray está muy bien construido el personaje. Sin embargo las imágenes que nos llegan de él son de un militar absolutamente fanático, sádico y orgulloso. Por lo tanto parece que es una interpretación un poco contenida.

La viuda del alcalde de Salamanca hace también un papelón. Lo que ocurre es que en su escena más importante tenemos a la hija de Unamuno reticente a condenar el franquismo que nos cae bastante mal. No todas las viudas son buenas. De hecho la viuda del cura nos da una grima impresionante. Especialmente en aquella escena en la hace las veces de confesora para Unamuno.

La interpretación que puede tirarse a la basura es la del nieto de Unamuno. Está todo mal. El niño es repelente. Pero dice frases de un niño varios años menor que él. Pero si hubieran elegido a un actor más joven nadie se habría creído que lee los artículos de su abuelo. Está todo mal. Además que ninguna de las escenas en las que aparece están bien. De hecho él aparece en una de las peores escenas de la película en la que Unamuno dice algo así como que él no es de piedra… Es lamentable. A la altura de la escena en la que Unamuno enferma y tiene delirios. Lo único bueno que nos deja esta enfermedad son las toses de Karra enormemente realistas.

El personaje de Cabanellas no es de vital importancia en la película pero Tito Valverde con esa gran barriga y esa gran barba llena la pantalla como pocos. Supongo que la idea es contraponer una figura llena de poderío a la escasez de persona que es Franco.

Al desengaño que sufre Unamuno a lo largo de la película no se le da importancia alguna. Dentro de la cultura española es normal, es algo que es sabido por todos. Unamuno tradicionalmente es reivindicado por la izquierda, a nadie le sorprende su posición final. Pero es cierto que esto es un defecto muy grande como narración: lo que se supone que es tu trama principal se da de lado por conocida. La conversación de Unamuno con Franco debiera ser un momento trascendente para Unamuno, sin embargo se trata con mucha normalidad.

El discurso de Unamuno en la facultad es un momento grandioso. Es archiconocido en España y se trata como tal. Millán-Astray gritando de fondo con violencia militar, valga la redundancia nos genera un nivel de repulsión que produce gran satisfacción a mis instintos más salvajes. De la universidad sale de la mano de la esposa de Franco. Una mujer que se nos ha presentado como profundamente católica y parcialmente responsable del lastre religioso que Franco ató a España. El mensaje de este momento tiene relación con el entendimiento y la no confrontación entre ideologías. Pero con verle la cara nos viene un eco de rosario tan fuerte que nos dan ganas de gritar a Unamuno que no la toque.

El gran momento que produce un dolor de España terrible es la conversación que tienen en un risco Unamuno con Salvador. Un intelectual que ha sido afín a todo, que aun así es considerado un grande de España, maestro de la contradicción, aferrado firmemente a las convicciones políticas que toquen en esa ocasión; hablando con un chico joven de izquierdas que le admira. Son grandes amigos y esa relación no impiden que a las cuatro frases de conversación estén discutiendo y tirándose en cara todo cuanto defiende el otro. La última frase que se oye antes de que se funda la escena es pero ¿qué tendrá que ver en esto Stalin?. Ese campo extenso de castilla, ese sol bajo, esas ruinas de un castillo… España está representada con tanta crudeza que uno se ve con una mezcla de ternura, desesperanza, arrepentimiento y resignación.

Está plasmada con asombrosa simplicidad la actitud eterna del nacionalismo: aunque haya discrepancias terribles, lo que hay que hacer es unirse bajo el símbolo que han abrazado como suyo. Da igual cómo se cante el himno, con qué letra, si es silbado o desafinado: un nacionalista se aferra al himno como elemento de unidad y con ello se saben invencibles. Del mismo modo ocurre en la jefatura militar. Muchos están en desacuerdo con Franco, pero lo principal es ganar la Guerra y dirán “sí” a todo lo que sea necesario.