viernes, 20 de septiembre de 2024

MONSTRUO

Dir.: Hirokazu Koreeda
2023
126 min.

Comienza insinuando cosas muy oscuras. Curiosamente al final, cuando la historia se vuelve totalmente trágica, la escena es luminosa y bucólica. Sabemos lo tétricos que son los japoneses en ocasiones y no me extrañaba nada que todas las locuras de Minato acabaran por confirmarse; sobre todo al acordarme de “Confessions (2010)”.

De alguna manera la parte oscura del personaje más ingenuo y cándido es la que permite una empatía. A Yori, el niño más pequeño de la clase le maltratan y siempre tiene un mundo interior en el que evadirse. En general me da mucha rabia verle. Es precisamente su piromanía y la extrema violencia doméstica que sufre lo que me permite no despreciarlo. Como un aura misteriosa que me permite comprender que Minato lo encuentre atractivo.

Hay alguna ocasión en la que me da mucha pereza volver a ver la misma historia en este juego a lo “Rashomon”. Pero no dura mucho. En general es muy interesante porque apenas se aporta información nueva. Quizás el detalle fundamental que cambia realmente nuestra percepción de lo que ocurrió fuera el golpe que el profesor da sin querer a Minato. El resto de cosas que se nos explican tiene que ver con la intencionalidad de los personajes; con entender su situación. 

La interpretación de todo el mundo en las entrevistas de Saori con el equipo directivo del colegio es muy interesante. Me gusta mucho cómo se acusa a la fría directora de ser inhumana y su respuesta la tiene que leer en unas notas que le han escrito para la ocasión. Me gusta mucho cómo la madre se enfrenta a un muro inquebrantable de personas que no parecen entender su preocupación, algo casi kafkiano.

La contraparte la vemos en la sala de profesores, con ajetreo, gente pensando en cómo salir de esa… La incomunicación es un tema muy interesante en este punto. Cómo lo que haya ocurrido no importa, sólo se busca no alarmar más a la madre. Igualmente aunque sus compañeros creen que el profesor es inocente, le repiten que no sonría porque parece inquietante. En esta parte la historia me recuerda un poco a “La caza (2012)”. Como tal, no me interesa demasiado.

Me gusta que los cambios de perspectiva que explican cosas que antes sólo se habían insinuado no se presentan como una gran revelación. Más bien como guiños a secuencias anteriores. Por ejemplo, la directora se ocupa de que la madre pueda ver la foto de sus nietos para que así ella parezca más humana con los niños. Esto después sabremos que tiene que ver con un accidente mortal que ella tuvo con el coche. Y también veremos que la madre tira sin querer esta foto al suelo. Pero nunca son piezas encajando como si fuera Nolan.

En este juego lo que más me gusta es la escena en la que el profesor sube descalzo al tejado de la escuela. Mirando al infinito se escuchan unos sonidos abstractos. En la siguiente iteración de la historia veremos a Minato y la directora soplando los secretos que les corroen en un trombón y una trompa. Me resulta mucho más evocadora la primera vez que la segunda, con explicación factual. Pero alabo que el punto de vista no se vuelva de nuevo al profesor para romper la magia de la escena que ya habíamos visto.

El título de la película nos mantiene siempre alerta acerca de quién será ese ser tan malo. Tiene la ambigüedad en la que monstruoso es todo aquel que la sociedad censura. Pero realmente creo que hay un ser al que nunca se concede nada de bondad: el padre de Yori. Pega a su hijo, lo insulta, es controlador y frecuenta locales de alterne.


viernes, 13 de septiembre de 2024

LA CASA LOBO

Dir.: Joaquín Cociña
2018
75 min.

La premisa es sugerente, sobre todo por el juego meta de convertir a los productores de la película en los restauradores de un ficticio metraje. Pero la técnica de la película es arrolladora. Se percibe una gran cantidad de trabajo y después un gran cuidado en el montaje. Hay un cuidado muy llamativo para los imperceptibles efectos que se consiguen. Por ejemplo a medida que las velas se consumen, crecen. No se sustituyen de un fotograma a otro, sino que, de la misma manera que se anima de manera natural su disminución de tamaño, su recuperación también está animada. Sólo que este proceso de regeneración entiendo que lleva infinitamente más trabajo.

La propia técnica adquiere protagonismo con el diseño de sonido. A veces escuchamos el papel del que están hechos los personajes. En otra ocasión en la que la diégesis es silenciosa, tan sólo se escucha ruido ambiente, escuchamos por encima un sonido líquido. Este sonido pretende acompañar a la pintura que se mueve por las paredes. En otra ocasión la cámara avanza a medida que aparece un camino de velas. Cada vez que aparece una de estas velas (y son muchas) un pequeño sonido la acompaña.

El hecho de que los seres animados estén hechos de papel maché los convierte en delicados: los muñecos se rompen. Podemos ver cómo su propia carne se regenera. La carne colabora entonces a generar la sordidez de la película. De nuevo no se trata simplemente de disimular los defectos de la técnica. Las roturas de los muñecos no se arreglan de un fotograma al siguiente, esta regeneración también está animada.

Cuando la animación se trata de pintura, no de stop motion, recuerda en cierto sentido a “Loving Vincent (2017)”. Aquella era mucho más pulcra en el estilo. Pero igualmente tenía un rasgo muy único de esta técnica: lo que está dibujado deja rastro al moverse. En esta ocasión además podemos percibir cómo pintar las paredes del estudio deja un reguero de churretones de pintura por el suelo. Cómo los ojos dejan caer gotas de pintura que colaboran en un aspecto tétrico. Quizás el momento en el que la pintura revela del todo su virtuosismo es aquel en el que la estancia está a oscuras: toda está pintada de negro menos un círculo que se desplaza emulando el haz de luz de una linterna. Esto es una maravilla porque este área iluminada va y viene. Es decir, la misma región del escenario se pinta de negro y de vuelta al color varias veces.

El trabajo con el papel maché nos deja la constatación de que las figuras se sujetan con celo mostrándolo sin pudor. La vibración de todo le da una vivacidad que nos hace pensar en los elogios que recibió la animación de “King Kong (1933)”. Me gusta que percibimos cómo el suelo ha sido pisado y recolocado. Esta técnica se permite las libertades de perder por completo las proporciones, hasta llegar a una imagen bastante poderosa en la que el personaje pierde su cuerpo y se convierte una cabeza, como tirada en el escenario. Algunas manos circunstanciales completan su corporeidad.

La voz narradora es extraña. La mayor parte de las veces no me interesa demasiado. Se repiten algunas frases con voz tenue, a veces a esta vos amable la dobla por encima alguna más inquietante. Entiendo el desasosiego que trata de transmitir la conjunción del acento alemán, chileno y los textos propios de las fábulas, pero creo que no llega a conseguir cosas interesantes.


viernes, 6 de septiembre de 2024

PRIMOS

Dir.: Daniel Sánchez Arévalo
2011
97 min.

Naíf, es cierto. Pero con unos diálogos muy bien escritos. La mayoría de personajes muy bien interpretados. Un guión con el típico punto de inflexión vital al reencontrarse con los recuerdos de cuando eran jóvenes. Pero se evitan los conflictos. No hay nada problematizado. Si el tipo aparece después de años sin dar señales de vida ella accede sin problema a retomar una relación carnal. Todo fluye. Ellos no tienen planes ingenuos que por su propia torpeza queden desbaratados.

Los tres primos parecen nacidos para esos papeles. Cuando vemos a Adrián Lastra, el tuerto con traumas de la Guerra de Irak no podemos evitar acordarnos de la persona drogadísima en “Un funeral de muerte (2007)”. Aunque solo sea por ese correr maníaco vestido con una chaqueta de frac. Pero lo cierto es que tanto la construcción del personaje como la interpretación son una maravilla. No nos reímos de él por estar desequilibrado. Es una persona que lo está pasando mal y este sufrimiento no es el motivo de burla. Sí hay escarnio hacia las frases que dice, pero creo que se le trata con mucho cariño. Me resulta muy emocionante cuando ese personaje apocado se ve en un video de hace diez años en el que se mueve con total desparpajo en un escenario en las fiestas del pueblo (—¡Pareces otro! —Es que era otro.)

Me gustan mucho también las frases cortadas y los derrumbes instantáneos de Quim Gutierrez. Creo que es un rasgo del personaje que no está exagerado, que no se abuse de ello, interpretado soberbiamente. Cómico pero sin que sea una tontería. Sí: el punto de presentación del personaje da un poco de rabia porque por culpa de su inmadurez hace que toda su familia, invitada a su truncada boda, tenga que tragarse un discurso quejicoso. Pero no es la tónica general de este personaje. Es responsable dentro de su indecisión.

La pareja que hacen Antonio de la Torre y Clara Lago es quizás lo que peor funciona de la película. Es una situación que me parece recrudecida artificialmente. Aparte de eso quizás sean los actores donde se percibe mayor diferencia a nivel interpretativo. No sé exactamente por qué, pero el alcohólico me funciona cada vez menos conforme avanza la película. El rasgo suyo de responder correcto cada vez me lo creo menos. Me parece que si bien cuando le vemos tirarse por primera vez al mar es muy cómico (—¿Dónde vives? —En el mar.), cada vez se usa este recurso de manera más gratuita. Casi como si se confiara en su repetición para hacer todo el trabajo.

Adherido a estos personajes está Raúl Arévalo. Quizás sea de los pocos personajes que puede caernos mal. De los primos, es el único que tiene intenciones dudosas. Claro, no puede nunca ser el blanco de los juicios morales de los espectadores porque está la terribilísimamente malvada Toña, quien tortura psicológicamente a su paciente. En cualquier caso aunque Raúl Arévalo nos resulte simpático durante casi toda la película la escena en el prostíbulo se convierte en alguien extremadamente casposo.

Inma Cuesta es una gozada verla en la pantalla. Está siempre guapísima. Se la ilumina para que así la veamos. Es un personaje de infinito cariño. Su rostro siempre recibe luces cálidas, luz blanda. Insisto, realiza muchas acciones gracias a que no se problematiza nada de lo que ocurre. Pero es de una finura la frase con la que se despide de su pretendiente: Las cosas que dije que no sentía no las sentía de verdad porque no me ha dado tiempo a sentirlas.