viernes, 24 de septiembre de 2021

XXY

Dir.: Lucía Puenzo
2007
86 min.

Las temáticas de homosexualidad y transexualidad son relativamente frecuentes en el cine. No lo es tanto el hermafroditismo. El personaje en cuestión tiene un nombre que permite a la película pasar todo su metraje sin asignarle un género definido. Se llama Álex. Es cierto que la gran mayoría de personas le tratan en femenino.

Lo primero que llama la atención de la película es la cantidad de momentos de desnudo del torso de el protagonista tiene. No es para menos ya que ese cuerpo es el gran desencadenante del conflicto. No recuerdo en cuántas escenas podemos ver a Álex mirándose al espejo. Principalmente clavando su mirada en unos genitales que la cámara nunca refleja.

La película plantea una serie de decisiones a las que se tiene que enfrentar tanto Álex como su familia. Por ejemplo decide dejar de tomar la medicación que retrasa su desarrollo masculino e impide, por ejemplo que le salga barba. Del mismo modo tiene que elegir la operación para decantarse por un sexo. Eso es doblemente complicado, primero hay que decidir si hacer o no la operación. Hacerla la convertiría en “normal”. Pero después habría de elegir operación hacia qué sexo. Otra decisión que tomar es cómo gestionar la situación con su entorno. Unos invitados de la familia hablan de no ocultarlo. A lo que la madre de Álex responde que su hijo no es un fenómeno, no es algo que haya que mostrar.

La escena más potente de la película sin ninguna duda es el primer contacto sexual de ambos adolescentes que coinciden en la casa. En el primer diálogo memorable de la película Álex le pregunta al recién llegado si se masturba. Él dice que sí. Álex contesta que también. Y, sin solución de continuidad, le propone tener sexo. Es una escena muy desconcertante, por un lado es totalmente inverosímil, pero por otro los personajes hablan con total llaneza.

El caso es que el diálogo siembra una tensión que se soluciona en el escondrijo de Álex. El punto de atrevimiento de la película es colocar a Álex como activo y al otro chico como pasivo. El padre del chico le dice que temía que fuera gay, que le reconfortaría saber que a su hijo le gusta Álex. Claro, de qué manera esto habría sido un bálsamo para él si sumamos el dato de que su hijo es pasivo.

Las interpretaciones son bastantes correctas. La cara del recién llegado es lo más molesto de ver en pantalla. Supongo que para aumentar la sensación de novato en todo es una cara de alguien que no se entera de nada. Así casi parece que lo que le ha gustado del encuentro sexual con Álex ha sido la novedad más que otra cosa. Cabe destacar que Álex es menor en edad que él. Pero la personalidad de Álex arrasa la del novato todo el rato.

Al final Álex confiesa el enamoramiento por el recién llagado. Algo que es un mundo para ellos, pero que no debería importarnos a los espectadores; sólo un amor adolescente. El conflicto está en que mientras Álex llora por amor, acusa al chico de querer sólo sexo con ella. Y digo ella porque en las narrativas habituales este es el papel femenino. Pocos conflictos de este estilo se han dado con los roles cambiados. Lo cierto es que por la falta de personalidad del chico primero no entendemos bien que alguien se puede enamorar de él, pero más importante sospechamos que él ni siquiera tenga claro lo que siente hacia Álex.


viernes, 17 de septiembre de 2021

EL HOMBRE ELEFANTE

Dir.: David Lynch
1980
125 min.

Se suele señalar como una película alejada del resto del universo de Lynch. Pero la verdad es que la Inglaterra del Siglo XIX es el lugar idóneo para el Lynch más temprano enamorado de las fábricas. La cámara se distrae mucho más de lo que sería lógico en los vapores de la ciudad y en los fuegos de las lámparas de gas. Toda la película es muy ruidosa, siempre hay zumbidos por lo bajo.

Los momentos de esa fantasía entre la madre y un elefante son los más reconocibles en el imaginario de Lynch. En particular ese sonido que es una mezcla entre barrito y grito humano. El otro momento estelar en el que se apela a la madre es en el suicidio final de Merrick. La cámara avanza por un cielo lleno de estrellas y aparece el rostro de la madre enorme. Uno de los momentos en los que más se rompe con el tono de la película.

La pareja de protagonistas es una delicia. Ambos tienen actuaciones soberbias. La elegancia del doctor es maravillosa, ese abrigo largo, siempre con chaleco, la barba perfiladísima. Es una imagen muy cuidada y la película se encarga de que la veamos. Con respecto a John Merrick, es obligatorio admirar ese maquillaje. Quizás por el brutalismo de las formas, pero nunca luce falso.

Con respecto a la amistad que ambos fraguan tiene bastante interés. Merrick agradece al doctor, Treves, el trato que le ha dado. Tarda muchos minutos de película en atreverse por primera vez a llamarle amigo. Y el propio Treves no tiene una amistad purísima hacia Merrick. Se le cuida en el hospital a cambio de que toda la alta sociedad de Inglaterra le visite. Esta dicotomía ya la había planteado antes el feriante. Cuando un hombre le increpa en la feria y le llama inhumano él responde que de qué iba a vivir si no. En esa primera ocasión aparece como un argumento cruel para Merrick, pero lo cierto es que justo es esto lo que le salva y lo que le procura el respaldo de la reina.

Me gusta mucho que la película se busque sus propios conflictos y no necesite que sus protagonistas actúen inconscientes de su situación. Se agradece mucho que, aunque frustrante, el secuestro no sea culpa de Merrick. Él es un hombre que agradece demasiado todo lo que tiene como para echarlo a perder. Ama todo lo que su nueva vida le da.

Las músicas en general no son tristísimas, a pesar de que la trama se presta perfectamente a soportarlas. Por el contrario son músicas que recuerdan más a un cuento. En particular suenan al Danny Elfman de Burton. Es bastante propia de Burton la escena inicial en la que el médico anda entre las casetas de la feria buscando al hombre elefante, andando como alguien mucho más distinguido que todos los que pasan por ahí. En particular la escena en la que se cuelan muchas personas a su habitación. La música es atronadora y suena circense. La música por cierto y el sonido directo es atronador muchas veces. No tengo claro si realmente es algo buscado. Por ejemplo es clara la diferencia de sonido entre los pasillos del hospital y los despachos.


viernes, 10 de septiembre de 2021

LA CAZA

Dir.: Thomas Vinterberg
2012
111 min.

No tiene nada que ofrecer que no sea generar indignación e impotencia. Es una crítica hacia lo que la posmodernidad llama caza de brujas. Algo completamente ombliguista, porque implica olvidar los clásicos conflictos sociales por el derecho a la honra.

Todo está muy restringido al ámbito rural. El desprecio de toda la comunidad no ya a una sola persona, sino a toda su familia o a todo aquel que se atreva a juntarse con él. Estamos de acuerdo con que la situación es injusta, pero nunca se propone nada. Ni siquiera se la critica. Los únicos ataques mediamente articulados son en lo referido a lo rápido que crecen las amenazas contra él. Lo rápido que pasa de acusársele del abuso a una niña a acusarle del abuso a todo un parvulario. Tampoco el sentenciado parece tener planes muy claros al respecto. Quiero decir, no somos capaces de comprender hasta qué punto es difícil salir de esa situación porque nunca le hemos visto hacer gran cosa para librarse de ella.

El carisma del protagonista es enorme. El suyo y el del padre de la niña supuestamente violada. Son dos enormes interpretaciones. Resulta claro por qué se ha elegido el famoso fotograma para el poster de la película. Pero justamente por cargar de tanto poder esta imagen, la conclusión de la escena resulta tan lamentable. Está casi como un dios, absolutamente por encima de todo el tribunal. Tiene en una misma sala a todos sus acusadores y a todos los niños, sus supuestas víctimas. Además está en un lugar en el que nadie le puede echar, tiene todo el derecho a quedarse ahí y la religiosidad de la comunidad obliga a todo el mundo a quedarse en esa sala. Quizás es la decisión más importante que toma el protagonista en toda la película. Pero su exabrupto le quita toda la potencia que tenía su estancia.

La gran metáfora de la película hace aguas. Él es el cazado y todo el pueblo son los cazadores. Los niños se hacen hombres, lo que es una concepción muy arcaica, cuando reciben su rifle para ir de caza. Bueno, entonces el hombre por naturaleza emite juicios a sus semejantes, persigue a quien persigue el resto del grupo… En este punto la película parece olvidar que los primeros personajes que se encargan de perseguir a Lucas son mujeres, quienes no tienen ningún rito para recibir su rifle.

Sabemos que a esta generación de autores les gusta incluir violencia explícita. ¿Qué mayor explicitud que una muerte real? No humana, sino de un ciervo; pero igualmente si vemos cómo muere un ciervo de un disparo de rifle, es por el gusto por la violencia mostrada fríamente. En este sentido vemos la entrevista a la niña en la que se la pide que describa el supuesto encuentro sexual con Lucas. La violencia no está tanto en lo que cuenta, ya que realmente no le ha ocurrido nada. La incomodidad de la escena está en ver a una niña escuchar preguntas acerca de semen. Es algo que entra en contradicción con una de las ideas fundamentales de la película: que todo el conflicto en el que se ve envuelto está provocado por la gente adulta. Nunca se culpa a los niños de las acusaciones. Al fin y al cabo son acusaciones diseñadas por los padres para sustentar su condena.


viernes, 3 de septiembre de 2021

MI QUERIDA SEÑORITA

Dir.: Jaime de Armiñán
1972
80 min.

Soberbia. Es imposible dejar de prestarla atención. Al principio gracias a José Luis López Vázquez. Es un actor enorme. El ejercicio de interpretación que hace como mujer es fascinante. Es fascinante lo comedido que está. Acostumbrados a verlo siempre excesivo, gracioso, nervioso… El personaje femenino que construye es completamente asombroso. La actuación no es perfecta. Hay algunos elementos que la virilizan. Digamos que su cuerpo es muy masculino, sus movimientos son poco gráciles. Por otro lado hay algunos gestos faciales de López Vázquez que son demasiado reconocibles como para no ver al actor en ellos en vez de a la señorita.

Pero la segunda parte, cuando viaja a Madrid a vivir como un hombre, sigue siendo impresionante. Los problemas que se le presentan son problemas reales. Sorprende ver en el cine español este tratamiento del asunto. Nuestra tradición y el actor cómico podrían dar pie a clásicas escenas cómicas de travestismo. La situación de don Juan es desgarradora. Más aún si tenemos en cuenta la decencia católica en la que ha sido educado. Una mujer que ha hecho todo cuanto una mujer respetable debía hacer de repente en una vida como hombre se ve vacía. No tiene estudios, ni trabajo… No sabe hacer nada. Repito, pese a haber hecho toda su vida lo que se suponía que debía hacer.

La escena en la que don Juan quiere acostarse con Isabelita, la mujer que ama, nos muestra a un hombre asustado ante esa situación. Mucho más que ella, acostumbrada a una generación más abierta. A él se le plantea la torpeza sexual de ser virgen a los 40 años. De nuevo una temática que sería objeto de comedia en cualquier película suya.

La primera vez que se nos muestra a la señorita interesada en las piernas de su criada es una sensación muy extraña. Algo dentro de nosotros nos exigía que López Vázquez debía quedarse embobado mirando esas piernas. Pero no su personaje. Esto resuelve lo escandalizada que ella se sentía al ver cualquier atisbo de libertad sexual en una chica joven del pueblo.

La película goza de una virtud que no sé si es consciente de ella. Su pobre calidad sonora nos deja un par de escenas de una fuerza brutal. Pero absolutamente insuperables. Hablo de los dos encuentros más importantes con Isabelita. El primero se produce de manera fortuita en el bar donde ella trabaja. Pide un café, le indica que está muy nervioso, ella vacía un poco la taza… Él la ha reconocido, pero, en principio, ella a él no. La actuación de ambos es brillante y la escena es super silenciosa. Aún no tenemos ni los medios para captar ruidos del bar ni la voluntad artística de hacer un cine naturalista que grabe todos los ruidos de la escena. Sólo se oyen los diálogos, lo cual congela todo, nada distrae. Es de lo más potente que he visto nunca. Además la escena está localizada en un punto en el que él ha sabido más o menos encontrar una situación estable. Teje pantalones en secreto para una sastrería en la que explica que los pantalones los hace su hermana, impedida físicamente y que por ello es él quien los entrega. Es un momento de éxito para él. Se ha procurado una situación en la que puede sobrevivir. De repente ese encuentro le desarma.

Ese mismo efecto se produce en la escena en la que por fin comparten cama por primera vez. La frase que culmina es un final maravilloso. Quizás no muy sorpresivo. Pero la manera de resolverlo es genial. La frase es precisa, la situación comedida, la actuación de ambos maravillosa, la música con la que cierra es efectista, no excesiva y efectiva. Y por otro lado planta un retrato de la última generación de jóvenes del franquismo radicalmente tolerantes. Un retrato que tampoco es gratis. Hemos visto a las dos hijas del banquero de Vigo. Son chicas consentidas, egoístas, con pocas ganas de estudiar y sin respeto a la autoridad.

Quizás lo que más choque de la película es cómo obvia un hecho fundamental. Si al final la situación se arregla, es debido a que la señorita tiene tierras. Esa historia de transexualidad habría tenido un discurrir mucho más tortuoso con una persona de clase trabajadora. ¿A dónde habría escapado? ¿Con qué dinero habría vivido si no tiene las joyas para empeñar? Y lo más importante de todo, es cierto que don Juan estudia para conseguir un empleo, pero con lo que empieza a pagar la casa que se compra es con el dinero que le dan sus tierras en posesión. De estos problemas que saltan a la vista del espectador la película nunca dice una palabra.


miércoles, 1 de septiembre de 2021

ANNETTE

Dir.: Leos Carax
2021
140 min.

El inicio y el final son tan potentes que cuesta mucho mantener la propuesta todas las dos horas. Son dos números musicales muy buenos. El primero de ellos plantea ya un tono del que, gracias a “La La Land”, no creo que nos desprendamos en el cine musical durante mucho tiempo. Me refiero a esta propuesta ampliamente teatral, no ya de ruptura de la cuarta pared sino casi de su negación. Llama mucho la atención cómo la propia música dirige los fundidos de un plano a otro. Cómo aumentar el volumen de in instrumento le lleva a reducir su transparencia. Este juego es algo que no nos sorprende de Leos Carax. Casi nos habría sorprendido no encontrarlo.

Ciertamente el argumento se toma demasiado en serio a sí mismo. No creo que sea serio poner a un personaje protagonista que es un cómico atormentado. No puedes hacer esto cuando aún tenemos fresco el taquillazo que fue “Joker”. Esta imagen de un hombre tomando al público como un rival al que hay que enfrentar, este enfado, actitudes directamente groseras y después excusadas bajo el pretexto de ser simplemente provocativo. Todo el mundo entendemos las críticas, entendemos que tiene mucho que ver con las masculinidades tóxicas. De hecho el cartel que anuncia su propio espectáculo le llama simio. Por si los referentes no hubieran quedado claro, se le añaden unas acusaciones de 6 mujeres a las que no conocemos de maltrato.

Me resulta curioso que esto determine el final de su carrera. Unas acusaciones de las que nunca más sabremos nada sumado a una actuación lamentable le hacen caer mientras su mujer está en la cúspide de su carrera como soprano. Aquí se ridiculiza la ópera por su atracción por la muerte. De hecho la primera muerte que vemos de Cotillard en escena es bajo un personaje con un ridículo disfraz de guadaña.

El triángulo amoroso está tomado de forma muy enclenque. El amor de un pianista por su soprano es casi ofensivo por estereotipado. Ahora bien, esta relación sí nos deja una escena más autoasumidamente ridícula. Hablo de cuando está dirigiendo la orquesta y a cada vuelta de la cámara va desarrollando su monólogo de tortura interno. Antes de cada pasaje musical él pide perdón a cámara para poder hacer su danza histriónica.

El trabajo de marionetismo de Annette hace llevaderos algunos de los peores pasajes intermedios de la película. No nos interesa su parte absoluta sufridora, pero es lo que necesita la película para convertir a Adam Driver en un ser malvado por todos sus rincones. El final, como digo maravilloso, propone la idea de que ha sido manipulada tanto por su madre como por su padre. Lo del padre haciéndose millonario es claro. ¿Lo de la madre? El espíritu de su madre dice manifestarse a través de Annette. Pero esto es pura obsesión del padre, ahí la madre está muerta, no pinta nada. Por otro lado ha sido marioneta desde que nació luego debemos entender que es desde el principio cuando está siendo utilizada. ¿Utilizada por quién? Lo único que se me ocurre es que sea un objeto de su madre para que el padre confíe en ella y no tenga celos del pianista. Si es así, la estrategia es absurda, porque no se nos muestra nada que pueda permitir a Adam Driver sospechar ninguna infidelidad.

Hablemos algo de la escena que desencadena la segunda parte de la película y que se ha decidido poner en el poster. Reconozcamos la fuerza estética que tienen las olas absurdamente más altas que el barco. Pero realmente todo lo demás pierde fuerza. Incluso el contraste cromático de verde para él y amarillo y rojo para ella es la vez que peor expresado está. La cámara no juega con el barco a pesar de que lo rodea por todas partes. El tópico del padre borracho… La escena es malísima. Y la que la sigue, padre e hija mirando a la luna después de haber naufragado, no es mucho mejor.

En la última escena está un chiste muy bueno. No sé por qué, quizás por la mezcla de la pesadez de la escena y el artificio del musical no entra del todo bien. La actuación de la niña, quien lo ejecuta, es magnífica. Le pregunta a su padre en la cárcel: aquí te cuidan, no puedes beber ni fumar ¿verdad? Ni matar gente.

El ritmo confuso de la película permitió que me generara unas expectativas muy raras en un momento de esta escena. La canción hace una pausa mientras la niña canta melancólica que se va a convertir en un vampiro, haciendo referencia a que no piensa cantar nunca más. Aquí yo no sabía a qué altura de la película nos encontrábamos. Dado el indeleble final de “Holy motors” habría abrazado con alegría una última trama en la que Annette lleva a cabo su venganza en forma de vampiro. No ocurrió.