viernes, 25 de septiembre de 2020

APOCALYPSE NOW

Dir.: Francis Ford Coppola
1979
153 min.

Probablemente la mayor película bélica. Es soberbia. Es abstracta cuando quiere y muy política. Es la caída de la cordura humana y del Estado que lleva al miedo el sometimiento y la religión. Todo lo que pueda decir de la película es poco y quizás se haya dicho ya.

La construcción de Kurtz es impecable. Obtenemos información escasísima de él. A lo largo de la película oímos cosas, conocemos su entorno, sabemos el miedo que provoca pero muy pocos datos que nos hagan imaginarnos lo que se va a encontrar Willard. Tenemos a los más altos cargos del ejército americano en Vietnam aterrados por ese hombre. Quitándoseles el hambre de roastbeef. La seriedad con la que Harrison Ford trata el asunto permite hacernos una idea de la gravedad a lo que se enfrenta. Pero el mayor punto de terror que genera la película es el celebérrimo ataque a la playa. Esto se acepta por los altos cargos ¿qué le esperaba en el asentamiento de Kurtz? Esta idea de hecho se explicita verbalmente.

Todo lo que rodea al coronel es desmedido. Cuando le vemos bajar del primer helicóptero y repartir cartas entre los cadáveres. Le ofrece su cantimplora a un comunista para que beba cuando le ve que se está sujetando sus propias tripas pero no llega a darle el agua porque se entretiene al descubrir que hay un surfista en su asentamiento. El hecho de que acceda a ir al lugar más peligroso de Vietnam solo porque hay buenas olas para surfear. Las famosísimas valquirias que truenan más que las bombas que caen sobre el Vietcong. El hecho de que consideren caballería aérea, ese toque de corneta que hace que los caballos partan y en lugar de ello se elevan los helicópteros llenando el cielo como ángeles de la muerte. Ese estúpido pañuelo amarillo, las gafas de aviador y el gorro de caballería. ¡Todo el personaje es desmedido! Exigiendo napalm como una forma de sentirse en casa… La frialdad con la que operan los aviones responsables de arrasar todo con napalm es terrorífica.

La escena es terrorífica. Oímos las Valquirias en los helicópteros, sonando por encima de los rotores. Un breve plano de unos niños en el recreo, debilísimos acordes de Wagner. Aún están demasiado lejos para oírlo con claridad, apenas se intuye y el terror se instala en el poblado. Aparecen arrasándolo todo, el imperio americano da rienda suelta a la mentalidad patológica militar. Se acarician los misiles con un cariño nauseabundo. La destrucción es absoluta. El coronel mata y disfruta del mar a partes iguales. En su helicóptero hay tablas de surf en lugar de bombas. Cuando consiguen aterrizar y aún se están cruzando bombas los dos bandos exige a sus hombres que se echen al agua a surfear. Es un hombre absolutamente demente, la guerra se ha convertido en algo tan normal para él que cualquier cosa que quiera hacer se puede hacer durante un combate.

Cuando por fin llega su ansiado napalm el viento cambia de lado por culpa de la combustión y se echan a perder las olas. Entones el surfero profesional utiliza eso como escusa para huir de ese lugar. El coronel se deshace en disculpas. El napalm cambia el viento. No es culpa mía, son las bombas. El barco cae del cielo en un helicóptero y montan la tabla en él. Cuando huyen de ahí, ya en el río deben esconderse del coronel al que se le escucha decir: No os voy a hacer nada, solo quiero mi tabla, sabes que es una buena tabla y son difíciles de conseguir.

De las primeras cosas que vemos de Vietnam es la propaganda yanqui diciendo a una población que apenas entiende media palabra de inglés que ellos les quieren liberar de un régimen comunista. En un precioso montaje se pone a un predicador cristiano, mismo adoctrinamiento. Poder político y poder moral: religioso. Aquí está otra clave, el motivo por el que Kurtz es una amenaza es porque se está saliendo de la senda política del Estado americano. Por otro lado mismo motivo por el que lo estadounidenses deciden combatir el comunismo vietnamita. Esto es algo que se refleja en la cena con los franceses colonialistas. Los franceses son imperialistas, quieren estar en Camboya porque quieren la tierra, quieren vivir ahí. Quieren conquistar. Los americanos tienen intereses muy distintos. Supongo que ese enfrentamiento entre Francia y Estados Unidos ha perdido vigencia a día de hoy, pero el choque es frontal. La escena es muy incómoda de ver por el sol del atardecer que se cuela por las ventanas cegando al protagonista y tiñendo la escena de colores amarillos y rojos.

La guerra es testosterona. Toda la película destila testosterona eso es evidente. El momento de las conejitas playboy es la mayor declaración en este sentido. El decorado del escenario son balas. Balas de punta roja y hacia arriba, la metáfora fálica es evidente. El comportamiento animal de los hombres militares que llevan meses sin catar carne femenina es desviadamente animal y de hecho el maestro de ceremonias los tiene que dispersar con bengalas.

Conforme se acercan al asentamiento la película se vuelve poco a poco más y más abstracta. Todo cuanto ocurre aparece siempre detrás de humos de colores que no obedecen a nada. Los sonidos de guitarras eléctricas son constantes. Notas sostenidas larguísimas y agudísimas, tensión todo el rato. Gran trabajo sonoro con el estéreo para mostrar que la selva los rodea. El puente que separa Vietnam de Camboya es la despedida definitiva de la cordura. Ese tipo negro matando a un hombre que insulta a los yanquis, lo mata con una bengala, lo mata sin mirar, solo lo localiza con el sonido de su voz.

La tripulación del barco cae poco a poco. El mismo barco se va haciendo uno con la selva cuando hay que sustituir el techo de lona por unas hojas de palmera. Los negros mueren como murieron en Vietnam. Son los primeros en caer ante la indiferencia del gobierno americano. Lance pasa toda su travesía drogado. Con la cara pintada de camuflaje. Estados Unidos no solo obtiene población traumatizada sino además drogadicta. Las flechas volando hacia la barca saliendo de la propia selva y él decide jugar con una que le cae cerca. Lance, el tipo de enorme bigote es uno de los descensos a la locura más trágicos. Él que se había alistado para servir a su país cocinando.

Kurtz no alaba a las sociedades primitivas. Que él se haya convertido en el líder se ese poblado es sólo gracias a que es heredero de culturas mucho más ricas y evolucionadas que las de las tribus asiáticas. En su cuarto está la Biblia y otros textos fundacionales de las sociedades occidentales. El mensaje no es tan naíf como una defensión del buen pastor. Él le exige a la sociedad occidental valor. Algo que el reclutamiento masivo americano es incapaz de conseguir. Kurtz condena sin fisuras aquel momento en el que va a un poblado y vacuna a todos los niños contra la polio. Cuando vuelve inmediatamente ve que todos los brazos están amputados. El relato es terrible.

Un militar ejemplar no consigue sentirse realizado con el ejército. El lugar que más gala hace de su meritocracia. Si eres bueno, asciendes. Kurtz asciende claro, pero no se siente satisfecho. Todos los militares a su alrededor no son lo suficientemente buenos para logar terminar con la interminable guerra de Vietnam. Exige soldados de calidad y reprocha a toda una generación de americanos no ser soldados sino turistas. Algo frontalmente en contra de la mentalidad ciertamente perturbadora que se exhibe en “Good Morning Vietnam”.

Si el momento de la aparición de Kurtz está bien trabajado, el momento de su sacrificio es aún más esperado. El pueblo sacrifica a un buey mientras alguien que prácticamente se ha convertido en Kurtz se acerca detrás de él con un arma afilada. Kurtz le ha dejado libre. Él se ha convertido en un Dios. Se explota esta idea aristotélica. Fuera de la sociedad somos animales o dioses. Kurt muere como un animal. El paralelismo entre Willard y Kurtz es muy poderoso. Los planos de ambos con la cara oscura salvo los ojos. Esto lo veremos con mucho menos poder en “Mandy”.

Cuando el sacrificio termina y se marcha de ahí se repite el plano del principio de la película. Willard y el tótem. Al principio de la película Willard estaba al revés. Aquí ambos están del derecho. Ahora están en sintonía. La recreación de los flashes traumáticos son una maravilla. Solo hace falta dos elementos para invocar el horror de Vietnan: un ventilador haciendo las hélices de helicópteros y un cigarrillo invocando el fuego del napalm.


viernes, 18 de septiembre de 2020

SED DE MAL

Dir.: Orson Welles
1958
108 min.

La primera secuencia es suficiente para elevar esta película por su virtuosismo. Está muy, muy medido todo cuanto ocurre y ocurren muchas cosas. Cerquísima de la cámara unas manos dan cuerda a una bomba que mete en un coche. Durante toda la película veremos coches descapotables y muy alargados; este diseño rima con el estilo pinup de la protagonista femenina. Hay muchas formas de encender una bomba, hacerlo con un temporizador con su sonido analógico les da una potencia inigualable a los siguientes minutos.

La cámara entonces vuela. Vuela por encima de un edificio y avanza dejando atrás y siendo adelantada por el coche que sabemos que va a explotar. Se cruzan carros, guardias de tráfico detienen el coche y manejan el flujo de peatones… Sin que sepamos muy bien de dónde han salido ni cuánto tiempo llevan ahí nos fijamos en dos personas que están constantemente al lado del coche. Estos serán nuestros protagonistas pero aún no lo sabemos. Aquí hay un momento mágico. La cámara es lo suficientemente tramposa para que no sepamos dónde mirar. Cruzan la frontera de México a Estados Unidos y… Explota.

La explosión es desmesurada. El coche bota ya en llamas. El resplandor, el humo, el fuego, una fuente que sin mucha explicación está en llamas… La escena se llena de policías. Los coches aparecen siempre con planos a la altura de las ruedas levantando polvo. La última persona en llegar a esa escena el imponente Hank Quinlan. No es sólo el enorme tamaño de Orwell sus planos siempre están en un contrapicado cuya perspectiva le ayuda muchísimo.

La cámara hace muchas peripecias. La cámara se hace notar después de la peripecia. Por ejemplo hay un ascensor muy pequeño con puerta de reja donde apenas caben 3 policías. El momento es ciertamente claustrofóbico. Cuando abandonan el habitáculo la cámara los sigue. Es algo completamente innecesario. Esa cámara sólo se mueve para que seamos conscientes que, pese a la estrechez, había un operario de cámara en el ascensor.

Técnicamente llama mucho la atención. La nitidez de la imagen es asombrosa. Además hay gran contraste entre blancos y negros. Recuerda al estilo de “Sin City” aunque en aquella película es mucho más exagerado. El momento donde más se juega con las luces es el asesinato de Grandi, este mafioso mexicano con ojos saltones, yo diría que pintados, peluquín, bajito y gran barriga. En esa escena hay una luz con un parpadeo muy lento que entra por la ventana. Esta escena culmina con la esposa de Vargas despertándose ante la mirada del cuerpo inerte e hinchado de Grandi.

El único escenario donde las luces no son tan agresivas es el local de Tanya, quien lee el no futuro de Hank. Ahí la cantidad de grises es mucho mayor. Aunque no me despierte mucho interés en este escenario se consigue construir un pasado para Hank perecido a lo que se intenta con desastrosos resultados en “Chinatown”. En el resto de los escenarios las luces son muy duras y los personajes proyectan unas sombras muy largas y perfiladas. Hay una discusión entre Quinlan y Vargas en un amplio hall. Cada vez están más lejos de la cámara pero sus sombras siguen enormes.

La última escena es soberbia. Se descubre a Hank como un tramposo por haberse dejado su bastón en la escena del crimen que él ha cometido. No es una gran mente que ha cometido un fallo. No seríamos capaces de creernos que alguien como él cometa ese error. Es un ser malvado, borracho, sabiéndose acabado. Entonces Vargas le persigue escuchando por una radio lo que el micrófono que lleva su compañero le permite oír de Hank.

El ruido se ha trabajado mucho a lo largo de la película hasta llegar aquí. Hemos tenido la habitación llena de la música que intenta hacer enloquecer a la mujer de Vargas, peleas con gran estruendo… Aquí la escena es muy silenciosa. Hank en un delirio brillante trata de oír a Vargas a su alrededor. Oye el eco de su voz en la radio de Vargas. Oímos los sonidos abstractos que emite esa radio. La imagen es una maravilla. Cuando por fin mata a su compañero Vargas aparece detrás de él. Pasa al lado de Hank y éste le ignora por completo.

En esta escena se ha andado desde un pozo petrolífero signo del poder y grandeza a un río lleno de basura. Es ahí donde muere este policía corrupto.

Si algo se puede criticar es al mozo de noche del motel donde se hospeda la esposa de Vargas. Ese tipo no hay nadie que se lo crea. A pesar de ello hay algo en su forma de moverse hipnótico. Está interpretado por el protagonista de “El diablo sobre ruedas”.


viernes, 11 de septiembre de 2020

EL REVERENDO

Dir.: Paul Schrader
2017
108 min.

Por el planteamiento de la película se nos viene rápidamente a la cabeza “Los comulgantes”. Sin embargo el relato se desvía rápidamente a desequilibrios mentales, inseguridades, ansiedades… Hay poco asunto religioso y mucho miedo. La película se aleja de la intensidad de Bergman y empieza a parecerse, argumentalmente, a “Joker”. Donde en “Joker” hay un payaso enfadado con unos muchachos que le roban su cartel, en “El reverendo” hay un cura que se molesta cuando un adolescente se muestra reaccionario.

Un tipo plantea el siguiente asunto: el mundo va a peor, ¿qué derecho moral tenemos de traer una nueva vida a él? El punto está en que su hijo ya está engendrado y el dilema está en si abortarlo o no. El tema es simple, pero bien planteado podría darnos ideas interesantes. Sin embargo la película decide tirar por el simplismo absoluto. El tipo tiene aspecto de rarito. No es un biólogo sólo alguien que ha leído demasiado al respecto. De hecho su pareja llama a la preocupación medioambiental ideas. ¿Cómo va un estadounidense a aceptar que exista una ciencia que lo explique? Esto quita cualquier credibilidad a cualquier debate que él plantee. De alguna manera su patología se transmite al reverendo y decide provocar una explosión en su iglesia. ¿Qué sentido tiene? Ninguno. La película lo justifica porque va a detonarse el día que un señor malo malísimo con muchas empresas contaminadorísimas va a estar presente. ¡Pero con la muerte del dueño no cierras las fábricas!

La iconografía de él como terrorista funciona por dos detalles principales. Su forma de vida espartana convierte su casa en una típica guarida de villano. Es una casa bastante grande pero sin apenas elementos. Particularmente se nota esta pobreza en el baño. El otro punto es la sotana desabrochada que lleva antes de decidir convertirse en un mártir. La sotana negra vuela a la altura de sus tobillos, casi como una capa.

Se plantea también el rezo como un problema. Hay un punto tremendamente protestante en el discurso que da al suicida en su primera conversación. Explica que en la fe hay que ser capaces de tener dos ideas contradictorias. Básicamente le aconseja que no lo piense mucho que si no todo esto de Dios es un lío… De hecho él no reza nunca. Sólo en un momento en el que ella se lo pide. La escena está preparada de tal forma que parezca algo romántico y casi erótico.

Todo el rato hay una preocupación acerca de cómo hablar con Dios. El empresario malo le pregunta que si ha sido capaz de hablar con Dios en persona. Esto deja muy preocupado al reverendo. Con el suicidio del loco del clima todo le parece mal al cura. Se vuelve alcohólico… Pero por lo menos el cura habrá aprendido del suicida y habrá adquirido una conciencia climática en vez de un miedo irracional al calentamiento global. ¡Tampoco! Es miedo todo lo que tiene. Esto se refleja en la escena más llamativa de la película. Al tener contacto físico con la viuda del suicida entra en una suerte de nirvana con el planeta hasta que el miedo perturba estas visiones. El director se ha preocupado mucho de que estas imágenes luzcan como deben. Sitúa la película en un clima otoñal. Los árboles son siempre ramas secas, sin hojas. Aparte del contraste con la vitalidad de sus visiones, rima con la decadencia del protagonista.

Esto me lleva al mensaje de la película: la vida vale la pena por el amor, en concreto el amor romántico. No critico la idea. Critico su poca originalidad. Ya era tópico cuando Nolan lo llevó a escalas superlativas en “Interstellar”.

Hablemos ahora de la caligrafía de la película, quizás lo más llamativo. Lo típico a día de hoy. Sí puede apuntarse esta película el mérito de no mover nada la cámara y de recurrir al formato cuadrado. Tenemos una cámara que no se sobresalta ante nada, como Haneke. Una cierta simetría en los planos que, sumando el formato, nos recuerda a “Hotel Budapest”. Hay un plano memorable del salón de ella. De derecha a izquierda: lámpara de mesa, sofá, lámpara de pie con aspecto de ojo. Durante toda la película la luz es blanda. Fotografía como de Yorgos Lanthimos… Se buscan los mismos efectos que el cine de autor actual, la típica frialdad a base de interpretaciones hieráticas. Aquí no se recurre a la música clásica.

Mencionemos a los dos actores principales. Él tiene la peculiaridad de que convenientemente iluminado se marquen los huesos de su cara que nos permitan creernos su cáncer. Ella con esos ojos enormes transmite toda su inquietud. Cuando aún la película no ha terminado de plantearse ella es el elemento que nos genera toda la incomodidad que había pretendido el plano de apertura. En un movimiento limpísimo la cámara se acerca al feísimo pináculo que preside la entrada de la iglesia.


viernes, 4 de septiembre de 2020

THE CLOWNS

Dir.: Federico Fellini
1970
92 min.

Reportaje televisivo de Fellini en el que se homenajea la figura del clown. El payaso como elemento casi vertebrador del circo. En momentos es bonita, en momentos estridente. Pero sobre todo es un desfile de personajes.

La película empieza con un niño que ve por su ventana que ha llegado el ciro a su ciudad. El circo en sí mismo no es un asunto que me atraiga bastante. Sí reconozco su poder romántico explotadísimo en “Balada triste de trompeta” pero en general no empatizo mucho con ese mundo. Sin embargo hay que reconocer el poder de la carpa alzándose. Una tela picuda que se levanta rítmicamente, a tempo. Aquí nos muestran un espectáculo de circo del cual sale el niño asustadísimo porque los payasos le dan miedo.

Una voz en off explica que esos payasos le recuerdan a tipos extraños que se podían ver en los pueblos. Aquí ocurre un momento magnífico. Empezamos a ver personajes enormemente tiernos por lo caricaturescos. Vemos un tipo que cree que está en guerra y sale vestido de soldado de su casa lanzando granadas invisibles. Mientras, todo el pueblo, grandes y pequeños, de ríen de él y le lanzan bolas de nieve. Pero su cara es tan sonriente por creer que vence al enemigo, que no podemos si no empatizar con él.

El otro gran personaje que vemos es el jefe de estación. Muy bajito y tomándose su trabajo demasiado en serio. Cuando llega el tren a la estación todos los niños de forma sistemática bajan las ventanillas del tren y le miran. Cuando arranca el tren y ya es demasiado tarde para subir todos los niños del tren le empiezan a hacer pedorretas. Pero un día llega un soldado fascista y con cara cadavérica mira serísimo a los niños del tren. Cuando arranca el tren se ve que de cada ventanilla del tren sale una mano haciendo el saludo fascista. Es un momento magnífico.

A partir de aquí empieza un trazo más documental en el que se estudian los dos grandes personajes que hacen los payasos: el payaso blanco y el payaso Augusto. El desfile de los payasos blancos mostrando sus trajes es precioso. Lo más llamativo del payaso blanco son sus gorros altos y sus trajes de picos pero no es nada despreciable su maquillaje sobrio pero muy variado. El payaso blanco más memorable es el que sale en la primera escena de circo: ese hombre altísimo vestido entero de negro. Con cara blanquísima sonriente pero inexpresiva. Se inclina hacia el público de forma casi aterradora y después explota su sombrero. Es precioso.

La música de vientos metales es una constante. Esos instrumentos de un cobre enclenque… Muchísimos sonando a la vez… Tubas de las que salen relojes, trombones que se usan como cañones… Uno de sus momentos estelares es cuando un tipo que adoraba el circo se escapa de su hospital evitando a una monja con unas vestiduras exageradas. Cuando llega ve a Monsieur Chocolat, un tipo con la cara pintada de marrón, tocando la Titina de Chaplin en un número convertido en poesía por el arreglo musical de Nino Rota.

Aparece un payaso español que habla de que en España los circos se montan en las plazas de toros. Presenta el traje con el que trabaja: un único vestido hasta el suelo rojo. Imposible no recordar a “Los payasos de la tele”.

Es bonito escuchar a payasos históricos decir que no quieren salir en el documental porque acusan a Fellini de querer defender que el oficio de payaso está acabado. Ellos dicen que no está acabado, que la gente ahora no sabe reír.

El final de la película es apoteósico. Muchísimos payasos hacen un número estridente, llenando el escenario por todas partes. La verdad es que no hay sentido de la estética en ningún sitio. Es absolutamente desmedido. Se representa un funeral para el payaso Augusto. El finado vuela por los aires, los payasos más mayores se sientan porque se cansan del número, los bomberos llegan a mojar todo. Es una lástima que haya muerto de esta forma en vez de justo después de que el médico dijera “ha sido un niño”.

Hay un asunto misterioso en la película. Es cierto que es un reportaje para televisión pero el equipo de rodaje se muestra en la película. La secretaria de Fellini evidentemente está interpretando un personaje de una persona torpe. Después cuando entrevistan a los viejos payasos no está nada claro si son interpretaciones o si realmente lloran de emoción al recordar sus tiempos en el circo.


jueves, 3 de septiembre de 2020

TENET

Dir.: Christopher Nolan
2020
150 min.

¡Nolan por fin ha conseguido una película donde puede contar todo dos veces! Es algo que más o menos se asume cuando vemos una película de Nolan. Hay que admitirle que consigue resultados visuales muy buenos. Hay ocasiones en las que simplemente incomoda al espectador. En particular la primera vez que aparece un torno. La primera vez que aparece un torno ocurren varias cosas.

Primero el antagonista dice una frase que a mí me pone nervioso. Sentencia: tienes que estar muy atento a los detalles. No está claro a quién se lo dice. Bueno sí está claro. Se lo está diciendo al espectador. También hay un juego de luces muy poco interesante para ayudarnos a distinguir qué habitación es la entrada al torno y cuál es la salida. Es la primera vez que se hace un viaje en el tiempo y Nolan nos advierte. Esto le ocurre por su obsesión con romper la narración lineal. Es algo que lleva intentando desde “Memento” y aún no ha conseguido por más que repita. La película está contada de forma lineal. Se aprovecha de una carencia suya como director para intentar hacer más intrincada la película: nunca termina una escena. Las transiciones nunca nos dan un plano en negro, nunca cambia la música… De esta forma consigue cansar la tensión como sólo él sabe y, saltar de un lugar a otro de la trama sin llevarse al espectador con él. Nolan salta y el espectador tiene que salir corriendo detrás de él.

Encontramos en esta película mucho diálogo. La primera parte no tiene otra cosa. Se habla un montón, se explican cosas medio físicas para tratar de dar alguna importancia a la trama. Se habla de una Tercera Guerra Mundial, de una guerra del futuro contra el presente, cambio climático, se dice la palabra Tenet sin venir a cuento y para hacer explícito el palíndromo en la película. Hay falsificaciones de cuadros de Goya, se menciona a un falsificador que nunca tiene ninguna importancia en la trama. Toda esta primera parte me sobra muchísimo. Son muchos datos que marean sin llevar a ningún sitio. Todo con una música tensa, por suerte se ha deshecho de Hans Zimmer, como si cada encuentro fuera decisivo. Además hay un montaje vertiginoso. La cámara siempre quiere enfocar a quien está hablando y esto le lleva a unos planos rapidísimos. Esto en cuanto a las escenas de diálogo. En cuento a las escenas de acción, hay este miedo a mantener la atención en un punto, pero en la acción no es tan grave.

Cuando la película ha terminado de platearse (después de mucho rato). Entramos a la acción y aquí sí hay que aplaudir a Nolan. De ejecución impresionante y de reconocible ambición. Es curioso ver la pelea entre una persona que va hacia delante y otra que va hacia atrás. Y digo curioso, estéticamente es bastante feo. Pero no más feo que contar la misma pelea dos veces. Hay 3 momentos que son impresionantes. Hablo del atentado con el avión, la pinza al camión que transporta el material radioactivo y la doble explosión del edificio en Rusia. Ver un avión en tierra, a una velocidad lenta y constante destrozando un aparcamiento, farolas y, finalmente una terminal es impresionante. Mientras esto ocurre van cayendo lingotes de oro. Esto último no es muy estimulante.

La pinza al camión probablemente sea la escena magna de la película. Cuatro tremendos vehículos atrapan un camión que hay que robar. Pero lo hacen de forma que la policía que lo custodia no deje de moverse y que nadie pueda abandonar su vehículo. Nolan se cuida mucho de poner cámaras en tantas partes como sea necesario para convencernos de que lo que vemos en pantalla ha sucedido. De hecho el plano del protagonista en la escalera de bomberos no tiene otro objetivo. Antes de que empiece esta escena hay una música electrónica chirriante, estridente. Al escucharla me he alegrado enormemente, eso nunca lo habría hecho el pulcro de Zimmer. Hay un punto que no me gusta de esta escena, pero no es culpa suya. Cuando se habla de la pinza temporal siempre se recurre a esta escena para usarla de paralelismo. Un paralelismo muy forzado.

En cuanto a la explosión del edificio en Rusia es una maravilla y para sorpresa mía no hay un gran regodeo en esa imagen. Es cierto que estamos en una escena hipervitaminada, con movimiento por todas partes. Un equipo dispara a un edificio a la vez que el otro. Pero un equipo se mueve adelante en el tiempo y el otro hacia atrás. Consiguen así que el edificio esté demolido todo el tiempo que dura la pelea. Es una maravilla. El escenario de esta escena me da bastante pereza. Parece sacado de las imágenes del asesinato de algún talibán. Es un desierto con edificios en ruinas, como si se hubieran construido expresamente para estar en ruinas.

El protagonista tiene muy poco a su favor. De hecho en ocasiones ni siquiera la fotografía está de su lado. Como Nolan quiere ser el más oscuro del mundo utiliza unos colores apagados que pueden hacer difícil de ver la cara negra del protagonista. Además de eso tiene que competir contra un muchísimo más carismático Robert Pattinson o una enormísima Elizabeth Debicki. Nolan le regala una pequeña escena de entrenamiento en un molino eólico en mitad del mar. En vez de hacer dominadas a 2 metros del suelo, las hace a 20. Ningún sentido, pero más llamativo.

En el final se revelan algunas cosas que ya nos habíamos imaginado todos. Esa cuerda que sale de una mochila para reconocer a Rober Pattinson es lamentable. Esa revelación que da más importancia a John D. Washington… no hacía ninguna falta. En cualquier caso no hay un gran momento alrededor de esta despedida como en otras películas de Nolan.